Uno de los intereses científicos más antiguos del ser humano es saber cómo se originó la vida. En este afán por encontrar una explicación, se han ido proponiendo durante la historia de la humanidad diferentes teorías, desde las mágicas, religiosas o mitológicas, hasta las más recientes basadas en investigaciones científicas.
Para explicar el origen de la vida o “abiogénesis”, hoy en día se acepta la llamada hipótesis química o “teoría de la sopa primitiva”. Esta teoría describe cómo la vida se debió originar hace unos 4.000 millones de años en los océanos, donde se dieron las condiciones atmosféricas y de temperatura adecuadas para que, a partir de elementos químicos inorgánicos, se crearan moléculas sencillas en el agua y éstas se unieran formando compuestos más complejos en una especie de sopa o caldo, hasta dar lugar a las células.
Los autores de esta teoría fueron el bioquímico ruso A. I. Oparin y el genetista inglés J. B. Haldane, quienes trabajaron de manera independiente a principios del siglo XX. A estas primeras moléculas las denominaron “coacervados”, sistemas coloidales que pudieron desarrollarse hasta considerarse las primeras formas de vida. Años más tarde Stanley L. Miller y Harold C. Urey, de la Universidad de Chicago, en sus experimentos pioneros realizados en los años cincuenta, consiguieron crear moléculas orgánicas a partir de sustancias inorgánicas.
¿Simulamos la creación de coacervados en el laboratorio? ¡Adelante!