En el grupo, leemos este texto de forma cooperativa. Si hay alguna palabra que desconocemos, la buscamos en un diccionario. Subrayamos aquellas frases que nos llamen la atención.
No cabe ninguna duda de que los “animales humanos” somos seres que "sentimos", es decir, somos conscientes de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, y tenemos la capacidad de sentir emociones como placer o dolor, emociones gracias a las cuales podemos sobrevivir en un mundo lleno de sensaciones. Ser consciente es sinónimo de ser sintiente, pero ¿qué sucede con los “seres vivos no humanos”?
En el caso de los animales, la respuesta es sencilla, lo mismo. Los animales no humanos también son seres sintientes, experimentan dolor, ansiedad y sufrimiento, físico y psicológico, cuando se les mantiene en cautividad o se les priva de alimento, por aislamiento social, limitaciones físicas o cuando se les presentan situaciones dolorosas de las que no pueden librarse. Son conscientes de sí mismos y de lo que les rodea. No son máquinas, no son cosas.
La condición de un ser vivo para ser considerado "sintiente" es la posesión de un sistema nervioso centralizado. Solamente los animales poseen sistemas de este tipo, si exceptuamos esponjas, corales, anémonas e hydras. Ningún otro organismo tiene un sistema nervioso. Si se examina la anatomía de un hongo, una bacteria o una planta, por ejemplo, no se encontrará ningún nervio. La manera en que un organismo sin sistema nervioso centralizado puede responder a los estímulos o incluso moverse, puede ser muy variada. Sin embargo, por muy complejo que sea, dicha respuesta no puede explicarse por la consciencia.
Hay varias corrientes de pensamiento relacionadas con la protección de los animales, y que, sin duda, han influido enormemente en el derecho animal y en lo que hoy conocemos como “sintiencia animal”. Todas argumentan y defienden, en mayor o menor medida, que la cuestión no es discutir si los animales razonan o hablan, si no si pueden sufrir. los animales deben o pueden ser utilizados por los hombres, pero ese proceso no debe conllevar un sufrimiento innecesario para dichos animales. Por ello, las acciones de los seres humanos deberían ser maximizar el placer y minimizar el sufrimiento de los animales.
Los animales no humanos son seres sintientes, y es precisamente esa capacidad de sentir la única característica necesaria para hacerles merecedores de derechos morales. Así lo reconoce, a día de hoy, la Unión Europea. Se trata de un principio constitucional, de obligado cumplimiento, que vincula a los Estados Miembros al aplicar y desarrollar la protección de los animales.
El 7 de julio de 2.012, un prominente grupo internacional de neurocientíficos de primer nivel, de renombradas instituciones y ante la presencia de Stephen Hawking, se reunió en la Universidad de Cambridge para firmar la conocida como “Declaración de Cambridge sobre la Conciencia”, en la que se concluyó que el peso de la evidencia indica que los humanos no somos los únicos en poseer la base neurológica que da lugar a la consciencia. Los animales no humanos, incluyendo a todos los mamíferos y aves, y otras muchas criaturas, entre las que se encuentran los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos”.
Recientemente se ha publicado una nueva ley sobre bienestar animal en España. Los animales ya no son considerados como "cosas", sino como "seres sintientes" y tienen derechos. No podrán ser embargados, hipotecados, abandonados, maltratados o apartados de uno de sus dueños en caso de separación o divorcio.
Estos cambios reflejan que la sociedad va cambiando su visión y sensibilidad de la población con el trato que damos a los animales, sobre todo aquellos con los que convivimos. Cada vez más gente se está preocupando por el maltrato y la crueldad que el ser humano puede ejercer sobre los seres vivos y que puede evitarse desde el conocimiento de sus necesidades vitales. La falta de alimento, techo, cuidados veterinarios, condiciones sanitarias, la contaminación, la experimentación, la pesca o ganadería intensivas, el mercado de especies exótica, etc., son factores determinantes a la hora de cuidar a esos seres con los compartimos este planeta.
En los grupos nos repartimos el trabajo y debatimos sobre uno de los siguientes dilemas, aportando argumentos y datos. Después de la lectura, ¿qué opinamos sobre…?
Cada grupo expondrá en clase el trabajo y las conclusiones a las que han llegado con su dilema y estableceremos un debate entre toda la clase.