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Usted seguramente lo ha leído en muchos lugares: las sustancias químicas, los compuestos químicos, son los causantes de todos los males. Las sustancias químicas contaminan, nos hacen enfermar, son peligrosas, son artificiales y contrarias a todo lo natural, lo puro y lo sano para el cuerpo.
De hecho "libre de químicos" o "libre de sustancias químicas" es una frase publicitaria de gran impacto que justifica que le cobren a usted más, a veces mucho más, por los productos que consume. Como otros reclamos publicitarios ("natural", "orgánico", "ecológico", "tradicional") forma parte de la enorme industria del consumo alternativo.
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Y sin embargo, siento mucho ser yo quien se lo diga, es imposible huir de las sustancias químicas. Porque, verá usted, todo el universo está hecho de sustancias químicas. Por ejemplo, el oxígeno es un elemento químico, al igual que el hidrógeno. Y cuando se combinan dan como resultado un compuesto químico cuyas moléculas están formadas por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, el H2O, agua. Usted también. Usted está hecho de las terribles (dicen) sustancias químicas. Básicamente, todos los seres vivos están hechos de compuestos formados a partir de los elementos CHONSP: carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, azufre y fósforo.
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Y así todo. La clorofila, los diamantes, los empastes dentales, el tofu, la pantalla de su teléfono o de su ordenador, sus uñas, Marte, los helicópteros, las pastillas de menta, el papel, las monedas, las orquídeas, absolutamente toda la materia de nuestro universo está hecha de "sustancias químicas". Quien le venda algo "libre de sustancias químicas" le está mintiendo.
La irresponsabilidad comercial y el miedo producto de la ignorancia han hecho que ciertos sectores de gente divulguen que las sustancias químicas son malas, peligrosas o dañinas, generando así temor. Ciertamente, no todo lo "natural" es bueno: todas las bacterias y virus que nos enferman son "naturales", como lo son las sustancias venenosas que producen e inoculan plantas, hongos, insectos, reptiles y otros animales. Y, también ciertamente, no todo lo "artificial" o "sintético" es malo o dañino. Así que, como en tantos otros asuntos, la situación es más compleja de lo que le dicen.
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En 1997, un estudiante de secundaria de Idaho, Nathan Zohner, realizó una encuesta y consiguió que la mayoría de los encuestados firmaran a favor de la prohibición de producir monóxido de dihidrógeno. Lo que se afirmaba en la encuesta era todo verdad, por ejemplo: Es el principal componente de la lluvia ácida, provoca la erosión de los parajes naturales, acelera la corrosión de los metales, se encuentra en nuestra comida pero no suele indicarse en la etiqueta, se utiliza en la agricultura no ecológica, las empresas lo arrojan impunemente a ríos, lagos y mares…
Por supuesto, la gente firmó, convencida de que se ha descubierto otra sustancia letal producida por los malvados científicos y cuyos horrores son ocultados por los gobiernos y las empresas. Todo es cierto. El monóxido de dihidrógeno existe. Es un compuesto químico formado por dos átomos de hidrógeno (H) y uno de oxígeno (O), es el H2O, agua. Actualmente, sigue existiendo una web que detalla los horrores y motivos de preocupación por nuestra salud que debería provocarnos este malvado monóxido de dihidrógeno. Incluido el resbalar en la ducha. Y como éste ha habido campañas de pánico respecto de muy diversas sustancias, como las dioxinas y, más recientemente, los parabenos. Y habrá más.
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Así que hágase un favor y no se sume al pánico de "los químicos" o "las sustancias químicas". Pregúntese mejor cuáles sustancias son realmente dañinas, no le haga caso a cualquiera que, sin ninguna evidencia, sin ningún conocimiento, pretende asustarle con la peligrosidad de sustancias químicas que hay en sus alimentos, cosméticos, productos de limpieza, ropa, etc. Pregúntele si sabe que está respirando un montón de sustancias químicas (el aire, compuesto entre otras sustancias de nitrógeno, oxígeno, argón, bióxido de carbono, neón, helio, dióxido de azufre, vapor de agua y metano). Y recuerde que es preferible informarse a aterrorizarse.