La vuelta de Fernando VII: el Tratado de Valençay
Durante la Guerra de la Independencia, Fernando VII era prisionero de Napoleón en Francia. Tras la expulsión de los franceses, el emperador decide liberar al monarca español y firmar el Tratado de Valençay a cambio de la neutralidad de España. De esta manera, Fernando VII, apodado "el Deseado", vuelve a pisar suelo español en marzo de 1814, entrando por Girona.
Muchos de los diputados absolutistas o serviles presionaron para que volviera al absolutismo y derogara las leyes promulgadas en las Cortes de Cádiz, incluida la Constitución de 1812. Con ese fin, firmaron el Manifiesto de los Persas, dirigido por Bernardo Mozo de Rosales. Por su parte, los liberales pretendían el acatamiento de "La Pepa" por parte del monarca.
Consciente de la debilidad de los liberales y el gran apoyo de los absolutistas, Fernando VII firmó el Decreto de Valencia por el que anulaba la Constitución de Cádiz, todas las leyes promulgadas durante la guerra y la disolución de las Cortes. Estos supuso una vuelta al Antiguo Régimen y la restauración del absolutismo con todas sus instituciones, tales como los señoríos, los gremios y la Inquisición.
Fueron seis años de gobierno absolutista con el país envuelto en graves problemas:
Problemas económicos
Tras la guerra, existía un desorden generalizado en el mundo rural, lo que propició problemas en agricultura, ganadería y manufacturas. También se paralizó el comercio. Todo esto derivó una caída de impuestos y una crisis en la Hacienda nacional.
Problemas sociales
El mantenimiento de los privilegios del Antiguo Régimen provocó un parón en la industrialización del país por no poder llevarse a cabo una reforma fiscal que permitiera la inversión.
Problemas políticos
Se estaba gestando la independencia de numerosos territorios de ultramar por el inicio de fuertes movimientos emancipadores en Hispanoamérica.
Problemas militares
Los liberales fueron duramente reprimidos y perseguidos. Esto hizo que se organizaran en sociedades secretas y buscaron el apoyo de los sectores liberales del ejército. Este se tradujo en pronunciamientos militares, tales como los de Espoz y Mina en Puente la Reina en 1814, Porlier en La Coruña en 1815 o Lacy y Torrijos en Caldetas en 1817. Sin embargo, ninguno de ellos alcanzó su objetivo.