Al Picasso niño le gustaba mucho recortar. Recuerda su amigo Jaume Sabartés que cogía las tijeras del costurero de su tía Eloísa y recortaba animales, flores y otras figuras. Todavía se conservan un perro y una paloma de cuando aún tenía 9 años. Fue algo que siguió haciendo toda su vida. A veces los agujereaba, quemaba, pintaba o dibujaba sobre ellos. Representaba a los miembros de la familia para jugar con sus hijos, creaba una máscara o doblaba el papel y lo utilizaba como modelo para una obra futura. Varios perritos realizados con una servilleta de papel son conocidos por haber sido regalados a Dora Maar cuando su propio perro murió y ella estaba muy triste (Mary Ann Caws, 2000).
Estos recortes de cuando era niño también están presentes al final de su vida artística, en sus esculturas de chapa, que tienen como punto de partida maquetas de papel plegado y recortado. Lionel Prejger (1961), colaborador de Picasso en esos últimos años, indicó que la preocupación del artista fue convertir esos recortes en piezas consistentes y que le confesó: "estoy logrando un sueño que tenía desde hace mucho tiempo, tomar estos pequeños pedazos de papel esparcidos por todas partes y convertirlos en un medio que perdurará”.