Como hemos podido comprobar en recursos anteriores, hay sentidos que en un principio no parecen excesivamente importantes para el ser humano, uno de ellos es el tacto. Cuando la mayoría de las personas escuchan hablar del sentido del tacto lo primero que se les viene a la cabeza es que sirve para reconocer los objetos o saber cómo son, pero sirve para mucho más. El tacto es esencial para la vida y la supervivencia. Eso se debe a que gracias a él, las personas podemos sentir nuestro cuerpo y adaptarnos a la situación que estamos viviendo e incluso al entorno en el que nos encontramos, además de ser esencial para sentir el dolor.

El órgano encargado del sentido del tacto es el órgano más grande del cuerpo humano, la piel. Es un órgano que realiza un gran número de funciones: protegernos de microorganismos, regular la temperatura, amortiguar los golpes o limitar la pérdida de agua, entre otras.

De las muchas funciones que realiza la piel nos vamos a centrar en el sentido del tacto. Como hemos comentado anteriormente el sentido del tacto se encuentra en la piel y nos permite notar el dolor, la presión y la temperatura. Sin este sentido no podríamos percibir ninguna de estas sensaciones.

Al igual que sucede con el resto de los sentidos podemos encontrar varios elementos especializados en una tarea en concreto. Estos elementos trabajan coordinados para transformar los estímulos en mensajes eléctricos que llegarán al cerebro, donde serán analizados y de esa manera podamos identificar las sensaciones iniciales.

Cuando la piel entra en contacto con un estímulo externo, las células receptoras que esta posee, envían las señales a las terminaciones nerviosas, estos nervios serán los encargados de trasladar la información por la médula espinal hasta el cerebro donde como hemos comentado será analizada para reconocer el estímulo en concreto.