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La lírica desde 1975 hasta la actualidad

La lírica durante el último cuarto del siglo XX

Durante los últimos años setenta, el panorama de la poesía estaba dividido entre Los novísimos, con sus presupuestos de renovación formal y vanguardista, que ya empezaban a agotarse, y quienes abogaban por el resurgir de la poesía social, que tampoco tenían gran calado. Así pues, desde principios de los años ochenta surgen nuevos poetas que propician la salida de este encallamiento.

Luis García Montero
Flickr / Casa de América. Luis García Montero (CC BY-NC-ND)

La propuesta principal y dominante es la poesía de la experiencia: de corte realista, da cabida al lenguaje cotidiano y coloquial, de forma que resulta muy accesible; es una poesía narrativa, donde un yo lírico, situado principalmente en entornos urbanos, nos habla de anécdotas y sensaciones de todos los días, y utiliza para ello la métrica tradicional. Se trata de establecer una comunicación fluida con el lector, incluso con alusiones explícitas, de modo que este puede sentirse fácilmente identificado con la experiencia del poeta, que no es propuesto como un ser superior, sino como una persona normal, en oposición a la corriente derivada del Romanticismo.

En estrecha convivencia con estructuras políticas y de mercado, la poesía de la experiencia es el grupo con más presencia y ventas hasta final de siglo, desde que en 1983 los poetas Álvaro Salvador (1950), Javier Egea (1952) y Luis García Montero (1958) firmaran el manifiesto «La otra sentimentalidad», donde sentaron las bases de esta tendencia. Este último autor, García Montero, es el más relevante del movimiento: algunas de sus obras más reconocidas son El jardín extranjero (1983), Habitaciones separadas (1994) o La intimidad de la serpiente (2003). Muchos de sus poemas giran en torno a la vida nocturna de la ciudad y los amores. Otros autores de este movimiento son Felipe Benítez Reyes (1960), Carlos Marzal (1961), Ángeles Mora (1952), Benjamín Prado (1961) o Aurora Luque (1962). 

Otros poetas se van adscribiendo a lo largo de su trayectoria a diversos movimientos que no terminan de constituir un grupo poético asentado, pero que, en todo caso, son propuestas diferentes, e incluso opuestas, a la de la poesía de la experiencia:

Blanca Andreu
Wikimedia Commons / Fundación José Manuel Lara. Blanca Andreu (CC0)

La poesía minimalista es una lírica filosófica, que huye de la anécdota y busca la expresión concisa, contenida, tanto que se llamó incluso «poesía del silencio». Bebe de las vanguardias y de la búsqueda de la poesía pura, pues se trata de condensar el verso hasta que quede sólo lo esencial en breves poemas escritos. Podemos encontrar en esta línea a Chantal Maillard (1951), Miguel Casado (1954) o Ada Salas (1965), aunque tanto estos como otros autores han ido evolucionando en su poética.

Encontramos una lírica neosurrealista o irracionalista en poetas como Blanca Andreu (1959), cuyo libro De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall (1981) fue muy celebrado entre la crítica, o Juan Carlos Mestre (1957). Este último autor también tiene obras en intensa conexión con lo telúrico y lo ancestral, como Antífona del otoño en el valle del Bierzo (1986). Y en 1980 Ana Rossetti (1950) publica Los devaneos de Erato, con la que propone una poesía también diferente, que parte del neoerotismo como forma de transgresión.

Ya en los noventa, va tomando cuerpo una poesía anclada en una sensación de desencanto, hastío o tedio, que recoge la vida cotidiana desde otra óptica, más desazonada, como hace Pablo García Casado (1972) en Las afueras (1997), o autores con un estilo más cercano al realismo sucio, como Roger Wolfe (1962) o Karmelo C. Iribarren (1959).

En 1997, Jorge Riechmann (1962) publica El día que dejé de leer El País, un poemario muy crítico con la sociedad capitalista que funciona como detonante para visibilizar el movimiento llamado «poesía de la conciencia», heredero de la poesía social o comprometida, pero con presupuestos renovados, al verse inmersa en un mundo globalizado donde las desigualdades son cada vez mayores. Es una lírica de denuncia y advertencia ante los conflictos socio-económicos y políticos que sigue teniendo presencia hasta hoy en día, cuando es atravesada también por el ecologismo. En este grupo encontramos también a Antonio Orihuela (1962) o Isabel Pérez Montalbán (1964), entre otros.

Durante los años ochenta y noventa, el número de lectores/as de poesía, aunque siempre muy inferior a los de narrativa, creció enormemente en comparación con las décadas anteriores. Entre las razones hay que subrayar la accesibilidad de los poemas experienciales, la labor de editoriales como Visor o Hiperión, la proliferación de revistas especializadas y la construcción de todo un sistema de premios nacionales y locales que han dado visibilidad al género y sirven, en general, de trampolín para la publicación de poemarios.

La lírica del siglo XXI: últimas tendencias

Aunque los autores ya asentados continúan publicando, durante la primera década del siglo XXI comienzan a aparecer en el panorama de la lírica castellana autores y (con mucha más presencia que en las generaciones anteriores) autoras nacidos ya en democracia que, poco a poco, serán considerados integrantes de la llamada «Generación 2000». Su poesía no rompe con las tendencias anteriores de forma abrupta, ni se opone a ellas, sino que va evolucionando paulatinamente, hasta acoger a poetas nacidos en los noventa, sin una irrupción clara o transgresora.

Luna Miguel
Flickr / Casa de América. Luna Miguel (CC BY-NC-ND)

Esta generación produce una lírica ecléctica, diversa, aunque se pueden determinar algunas características predominantes: la poesía del siglo XXI tiende un puente entre lo experiencial y cotidiano, por un lado, y lo simbólico y misterioso, por otro, con lo que supera la dicotomía de la generación anterior. Asimismo, aúna lo vanguardista y lo tradicional, en unos poemas donde lo urbano, lo irónico e incluso el compromiso no dejan de estar presentes. En una característica muy ligada a la posmodernidad, encontramos una poesía fragmentada, de poemas breves, con recursos como la eliminación de signos de puntuación, lo que modifica el ritmo y la musicalidad, la superposición de distintos discursos, a veces casi al modo de collage, o la acumulación de símbolos en una lírica neosurrealista que, sin embargo, aterriza sobre la realidad cotidiana. Se trata, en definitiva, de ampliar los límites del lenguaje poético de diversas maneras. Entre los autores nacidos a partir de los ochenta se puede observar la influencia de la poesía latino y norteamericana en la línea más postvanguardista y, además, en el caso de las poetas más jóvenes, la centralidad del tema del cuerpo propio, revisitado desde una óptica feminista contemporánea, sea como protesta, transgresión o símbolo.

Algunos de los nombres más relevantes de esta poesía española actual son Mariano Peyrou (1971), Antonio Lucas (1975), Ben Clark (1984), Elena Medel (1985) o Luna Miguel (1990).

A finales de la primera década del siglo, los blogs se convirtieron en el primer escaparate digital para los y las poetas, que podían, además, interactuar directamente con sus lectores. Posteriormente llegarían las redes sociales, que han ampliado esta visibilidad e interacción. En este sentido, hay una nueva poesía, de temática amorosa o introspectiva y de fácil comprensión, que en el último lustro se ha convertido, gracias a estos nuevos formatos, en un fenómeno de masas entre el público más joven, con poetas como Elvira Sastre (1992) o Marwan (1979).

Sopa de poemas

Sopa de poemasAquí podéis descargar el documento en pdf y en archivo editable.

Como veis, os hemos preparado una pequeña selección de fragmentos de poemas de autores y autoras relevantes de las últimas décadas. Pero una parte de la tarea la tenéis que hacer vosotros/as, y es la de relacionar cada fragmento con su poeta y la tendencia al que pertenece. Os proponemos hacerlo en diferentes fases y, para ello, trabajar por grupos.

1. Leed atentamente los fragmentos y tratad de extraer alguna característica estilística y temática de cada uno. Anotadlas.

2. Con la información que tenéis en el contenido del recurso, relacionad cada nombre con su tendencia poética:

Poetas Tendencias
  • Blanca Andreu
  • Luis García Montero
  • Elena Medel
  • Jorge Riechmann
  • Ada Salas
  • Roger Wolfe
  • poesía de la experiencia
  • poesía minimalista
  • poesía neosurrealista o irracional
  • realismo sucio
  • poesía de la conciencia
  • últimas tendencias poéticas

3. A partir de las notas que habéis tomado al principio, intentad asignar a cada autor/a y tendencia uno de los poemas. ¿Entendéis ahora mejor lo que significa cada movimiento?

4. Realizad una pequeña reflexión de grupo en torno a los fragmentos (podéis buscar también los poemas completos). ¿Qué os transmiten? ¿Qué tendencias os resultan más atractivas o cercanas? ¿Cuáles más incomprensibles? Anotad vuestras conclusiones.

Para que el trabajo cooperativo fluya en el grupo y se escuchen todas las voces, os proponemos seguir para las preguntas 1 y 4 la dinámica de la vuelta a la mesa a la vez que tomáis notas de lo que va surgiendo (la persona siguiente a la que habla en cada momento es la encargada de la toma de notas, que también va rotando).

Fuentes de los fragmentos