La cultura del cuerpo, excesivamente vinculada a la condición física y al deporte, ha tenido una gran influencia en la elección relegada de los contenidos expresivos dentro de la Educación Física. Su inclusión y práctica esporádica dentro de las clases ha generado comportamientos introspectivos por parte de los estudiantes, a menudo, en torno a la vergüenza, al ridículo y, por ende, a la restricción en la obtención de resultados de aprendizaje o de vivencias de satisfacción en las propias experiencias corporales. 

Diversas investigaciones han demostrado cómo el trabajo sobre expresión corporal ayuda a mejorar el bienestar personal, ya que esta nos pone en contacto con nuestras emociones; mediante la conciencia, expresión y regulación de las mismas. En este sentido, actividades como el yoga pueden actuar como puente conector entre el trabajo de las emociones y el de la expresión corporal. 

Para ello, la situación de aprendizaje se estructura en tres fases: aprendizaje y vivencia, la preparación del reto y, finalmente, su presentación.