El texto de la sesión 1, «Los niños de cinco años aún no tienen prejuicios racistas», modifica ligeramente un texto original de la Agencia SINC para introducir los errores que los estudiantes habrán de detectar. Se reproduce aquí debajo con las indicaciones relativas a los errores incorporados.
Desde la década de 1950, el concepto de raza humana ha caído en desuso para los científicos. Disciplinas como la genética, la biología evolutiva y la antropología han confirmado que el concepto de raza humana es una categoría social y no natural. Sin embargo, muchas personas siguen pensando erróneamente de que el color de la piel determina biológicamente la personalidad del individuo. 1. Repetición innecesaria (puede elidirse sin más). / 2. Sobra la preposición («pensar que»).
Aún hoy, el supremacismo racial defiende con argumentos chungos que hay etnias superiores a otras. Para desmontar esas ideas falsas, es crucial entender cómo y cuándo se originan los prejuicios racistas. 3. Coloquialismo que rompe el registro formal del texto («chungos»). «Pseudocientíficos» en el original.
Un estudio internacional liderado por la Universidad de Nueva York en colaboración con la Universidad de Ámsterdam, prueba que esa idea de raza, asociada a ciertos rasgos que dividen a las personas en diferentes categorías, no es innata. Según sus resultados, niños y niñas no perciben el color de la piel como un factor determinante en la personalidad. Además, los científicos observaron que el criterio de los niños depende del entorno donde hallan crecido. No obstante, si en su barrio, su grupo de amigos y su colegio conviven personas de distintos orígenes, la raza pierde importancia para ellos. 4. Error de puntuación (coma entre sujeto y predicado). / 5. Falta de ortografía («hallan» por «hayan»). / 6. Conector inadecuado (no hace falta conector alguno; en todo caso, uno explicativo: «es decir»).
Por otra parte, «hemos medido dos factores que creemos que podrían afectar a lo que los niños opinan sobre la raza: la exposición a la diversidad y las creencias de sus padres sobre esta», explica a Sinc Tara M. Mandalaywala, investigadora del departamento de Psicología y Ciencias del Cerebro de la Universidad de Nueva York y coautora del estudio. «Pero hay muchos más factores que también podrían influir, como es el caso de los grupos de amigos o incluso la escuela», continúa. 7. Conector innecesario, ausente en el texto original.
Un barrio diverso borra estereotipos
En el estudio participaron 203 niños y niñas de Nueva York de entre cinco y seis años; y 430 adultos procedentes de distintas ciudades de EE UU; todos ellos tanto blancos como negros. Los investigadores les preguntaron si consideraban el color de la piel como un rasgo heredado, y si creían que la raza determina como será cada persona cuando crezca; por ejemplo, si será lista, agradable o atlética. 8. Falta un acento («cómo será cada persona»).
En conclusión, «nuestros resultados nos ayudan a entender cómo y cuándo se desarrollan los estereotipos y prejuicios sobre la raza —sostiene Mandalaywala— y qué podríamos hacer para combatirlos». 9. Párrafo descolocado (debe ir al final).
Al analizar los resultados de la encuesta, los científicos tuvieron en cuenta el entorno donde vivía cada uno de los niños. Sus respuestas variaban en función de su exposición a la diversidad: los niños de vecindarios en los que predomina una sola etnia daban más importancia a la raza en el desarrollo de la persona; encima, los criados en barrios diversos entendían que la raza es solo un factor heredado y que el comportamiento y los rasgos psicológicos de cada individuo depende de su ambiente. 10. Conector inadecuado («mientras que» en el original). / 11. Error de concordancia (ha de ser «dependen», puesto que el sujeto es «el comportamiento y los rasgos psicológicos de cada individuo»).
Las actitudes y el lenguaje usado por sus padres para referirse a personas de diferentes etnias también influían en las creencias de niños y niñas. Lo que estos dicen es determinante en lo que aquellos piensan. 12. Pronombres mal utilizados, pues no recuperan los antecedentes a los que, por el sentido de la frase, se refieren. Debería decir: «Lo que aquellos dicen es determinante en lo que estos piensan».
El texto de la sesión 4 es de elaboración propia. Se reproduce aquí debajo el texto manipulado con las indicaciones relativas a los errores introducidos.
Se celebraban las bodas de Tetis y Peleo. A ellas habían sido invitados muchísimos dioses y mortales pero, quizá por olvido, quizá deliberadamente, entre ellos no figuraba Éride, la diosa de la Discordia. Muy ofendida, irrumpió en mitad del banquete y arrojó sobre la mesa una manzana de oro que llevaba la siguiente inscripción: “Para la más hermosa”. Tres de las diosas asistentes reclamaron inmediatamente para sí la manzana. Se trataba de Hera, la esposa de Zeus; Atenea, diosa de la guerra y diosa (repetición inncesaria. Se puede omitir) de la sabiduría, y Afrodita, diosa del amor.
Naturalmente, Zeus no quería asumir la responsabilidad de dar la manzana a una de ellas y negársela a las otras, pues Zeus (repetición inncesaria. Se puede omitir) temía su venganza. Decidió por ello enviar a su hijo Hermes al monte Ida en busca del joven Paris, hijo del rey Príamo de Troya, que cuidaba allí sus rebaños. Sería él quien decidiera cuál de ellas era la más hermosa.
Acudió Hermes al monte Ida con las tres diosas, y cada una de ellas trató de convencer al joven Paris de ser la merecedora de la manzana. Hera, la esposa de Zeus, acompañada por su fiel pavo real, le prometió un gran poder; Atenea, diosa de la sabiduría y de la guerra, le prometió convertirlo en el más sabio de los hombres; y Afrodita, diosa de la belleza y madre de Eros, le prometió el amor de la mujer más bella. Apenas hubo oído Paris las promesas de las diosas no tuvo dudas acerca de a quién entregar la manzana. La elegida fue aquella (pronombre que provoca confusión en la interpretación. Sustituir por «Afrodita»)
Quedaba en el aire la promesa que la diosa le había hecho a Paris. Por eso, cuando al cabo de un tiempo Paris (repetición innecesaria; sustituir por «este») viajó en embajada amistosa a la corte de Menelao, rey de Esparta, y se enamoró perdidamente de Helena, la esposa de este, Afrodita no pudo por menos de favorecer este amor.
Raptó así Paris a la hermosa Helena — o quizá se fugaron juntos; quién sabe— y se llevó a Helena a Troya. Quedaron espantados los troyanos al conocer lo que había hecho Paris: la guerra con los griegos estaba asegurada. Y en efecto, así fue: no tardaron mucho los reyes de Micenas y Esparta, Agamenón y Menelao, en reunir más de diez mil naves y arribar a las costas de Troya en lo que no sería sino el preludio de una guerra la cual (uso incorrecto de «el cual». Al ser una oración de relativo especificativa, sustituir por «que») habría de durar diez largos años y la que (falta la preposición que precede al relativo: en la que) habían de combatir los más grandes héroes que recordarse pueda: Héctor, Áyax, Aquiles, Ulises.
El cuadro que podemos contemplar en el Prado, que su autor (cuyo autor) es Rubens, recrea el preciso momento donde (cuando) Paris observa aún dubitativo a las tres diosas. Podemos distinguirlas porque las tres van acompañadas de sus respectivos atributos. ¿Los adivináis?