La crisis agraria y demográfica
Tras el auge agrícola en el siglo XIII con las nuevas técnicas de roturación y la puesta en marcha de nuevas tierras, llegó una sucesión de malas cosechas. Todo estuvo motivado por un clima desfavorable y por el cultivo de tierras de mala calidad.
Las consecuencias fueron la disminución de la producción, sobre todo del trigo, que permitió que la hambruna se expandiera por toda Europa.
Con la población malnutrida, todo empeoró con la llegada de la peste negra en 1347, provocando una elevada mortandad. Se cree que la bacteria causante de la enfermedad llegó a Europa a través de las pulgas y ratas que se trasladaban en los barcos que llegaban desde Asia en las rutas comerciales. Por ello, los primeros países en verse afectados fueron los mediterráneos.
Los principales síntomas eran fiebre muy alta, tos, sangrado de nariz y la aparición de bubones negros, una especie de grandes ampollas. Fueron altamente contagiosos y las estimaciones más optimistas afirman que Europa perdió algo más de un tercio de su población.
Esto creó una crisis demográfica que, a su vez, agravó la agraria ante la falta de mano de obra, paralizando el comercio y la actividad artesanal. Además, fue el origen de ciertas revueltas sociales al culpar a ciertos grupos, como los judíos, que fueron los acusados de ser los culpables de la enfermedad al envenenar los pozos.