Llamamos migraciones al conjunto de movimientos de población que realizan las personas desde su lugar de origen a otro distinto. A su vez, en función de si estos tienen lugar dentro de un mismo país o entre distintos estados, hablaríamos de migraciones interiores o exteriores; ambas pueden ser de carácter temporal -es decir, limitadas a un tiempo concreto- o indefinidas.

El indicador demográfico asociado a las migraciones es el saldo migratorio, que pone en relación el número de emigrantes con el de inmigrantes:

• Saldo migratorio = inmigrantes - emigrantes.

La inmigración hace referencia a los movimientos de población desde la perspectiva del destino, mientras que se denomina emigración al proceso por el que las personas abandonan su lugar de origen. Por tanto, un inmigrante es la persona que llega a un lugar y el emigrante aquella que lo abandona.

En la actualidad, la mayoría de los emigrantes proceden de los países menos desarrollados, siendo la situación económica de estos la causa principal del movimiento de población. A esto se ha de añadir que son los territorios que, debido a su alta natalidad, están experimentando un mayor crecimiento natural de población.

Por su parte, los principales países de destino son los más desarrollados, destacando Europa, América del Norte y algunas zonas del Sudeste Asiático. Además, la economía de las dos primeras regiones precisa de mano de obra que, como consecuencia de la baja natalidad y el envejecimiento de la población, no es posible encontrar entre los autóctonos.

Por último, es importante tener en cuenta que estos flujos migratorios se han visto favorecidos en las últimas décadas por los avances en materia de transportes y comunicaciones. De esta manera, los migrantes tienen mayores facilidades para desplazarse, al tiempo que cuentan con abundante información sobre sus lugares de destino.