No siempre que se cuentan historias se hace a través del lenguaje literario. Recordemos que para que un texto sea literario tiene que tener, para empezar, la intención de serlo. Es decir, debe tener pretensiones artísticas y manejar los recursos lingüísticos adecuados, aquellos que sorprenden al lector, que embellecen el lenguaje y que lo convierten en algo alejado de la cotidianidad.
Aunque son muchos los géneros narrativos no literarios (textos periodísticos, prosa de pensamiento, relatos biográficos, etc.), nos detendremos ahora en las cartas, los diarios y los libros de viajes, textos que nacen para contar historias sin literatura, pero a los que, como veremos, la literatura acoge para contar historias.
Las cartas
Las cartas son textos escritos que tienen como objetivo la comunicación entre dos personas, generalmente. El objeto y estilo de esa comunicación puede ser muy variado y dependerá de si se quiere conversar en el contexto laboral o personal, por ejemplo. Se trata, además, de un género narrativo que ha cambiado con los avances tecnológicos; en la actualidad, por ejemplo los correos electrónicos han sustituido al papel.
Nuestra tradición está repleta de famosas misivas, como las que Mozart le enviaba a su hermana y donde se ve que también ella era una prodigiosa pianista. O las que Emilia Pardo Bazán se mandaba con su amante, Benito Pérez Galdós, llenas de complicidad, picardía y algo de literatura, como no podía ser de otro modo:
Los diarios personales
No todas las autobiografías son impresas y distribuidas por famosas editoriales, muchas veces, en los cajones de las mesillas de cualquier persona puede esconderse una autobiografía a modo de diario.
En los diarios se escriben, de manera fragmentaria, las experiencias, pensamientos, sueños, sentimientos o deseos de la persona que los protagonizan. Una de sus peculiaridades, además, es que se indica la fecha en la que se ha dejado constancia de estas reflexiones.
Aunque en sus inicios los diarios eran físicos, es decir, se escribían en libretas, en la actualidad los blogs e incluso las redes sociales funcionan como diarios, porque allí los usuarios escriben e ilustran lo mismo que antes se escribía en un papel.
Muchas obras literarias, como Drácula (Bram Stocker), parten de este formato, aunque lo que allí se explica es ficción. Otros diarios, como el de Ana Frank, son reales, pero se convierten en literatura y en lectura imprescindible, por ser testimonio de la historia:
Como avanzábamos, también las redes sociales desempeñan el papel de diario. De hecho, ha sido Instagram la plataforma escogida para explicar una historia muy similar a la de Ana Frank, pero en este caso ficticia, como vemos en la cuenta de @eva.stories.
Los diarios de viajes
Los libros de viaje relatan las experiencias, reflexiones, vicisitudes e impresiones acontecidas a un viajero durante su visita a otro lugar. Este tipo de relatos, más o menos literarios según autores y ocasiones, se escriben desde el principio de los tiempos y cobran protagonismo a partir de los grandes descubrimientos, como el del nuevo mundo.El libro de viaje nace del relato de hechos reales y como testimonio, no solo de acontecimientos importantes, sino también de lenguas, costumbres, paisajes, etc. Es, por ello, que muchas veces aparece acompañado de dibujos, mapas, fotografías o, sencillamente de recuerdos importantes para su autor o autora.
Como tantas otras veces, la literatura se adueñó del género para crear obras tan fantásticas como las de Jules Verne o incluso epopeyas, como la que está en la base del género que hemos trabajo, la Odisea, de Homero.