Las causas de la revolución industrial
El proceso histórico conocido como "revolución industrial" dio sus primeros pasos en Gran Bretaña desde la segunda mitad del siglo XVIII. Es importante aquí reseñar que, aunque el concepto "revolución" se asocia a un cambio brusco y radical, en el caso de la industrialización es más bien un proceso lento, que hunde sus raíces en siglos atrás, y que se acelera en las islas británicas desde 1750 en adelante. Por establecer una comparación, podemos poner la revolución industrial al nivel de la revolución neolítica, por las consecuencias que tuvieron una y otra.
En Gran Bretaña se conjugaron una serie de factores o premisas que posibilitaron el desarrollo industrial. Estos eran de tipo demográfico, agrícola y comercial. Veámoslas con más detalle:
La revolución agrícola
Se desarrollaron de dos sistemas fundamentales que propiciaron un aumento de la productividad:
- El Norfolk system, introducido por Robert Townshend, que consistía en establecer una rotación cuatrienal de la tierra, en lugar de la rotación trienal propia de épocas anteriores. Se abandonaba, de este modo, el barbecho, y aumentó el cultivo de plantas forrajeras (para alimentar el ganado). Townshend llegó a ser conocido como Lord Turnip (turnip significa "nabo" en inglés), al ser ese uno de los cultivos que más éxito tuvo en el nuevo sistema.
2. Los cercamientos o enclosures. Era más rentable cultivar una propiedad privada y bien definida, en lugar de los openfields o espacios comunales más típicos del Antiguo Régimen.
La revolución demográfica
La demografía del Antiguo Régimen se caracterizaba por tener unas altas tasas de natalidad y de mortalidad. Las mejoras en la higiene y en la medicina (descenso de las epidemias, aparición de las vacunas), así como una mejor alimentación, hicieron descender la mortalidad. Al mantenerse la alta natalidad, se dio un aumento poblacional sin precedentes. Como además había más disponibilidad de alimentos gracias a la revolución agrícola, ese exceso de población podía ser alimentada. Como dato, entre 1800 y 1900 Gran Bretaña triplicó su población.
La revolución de los transportes
El aumento de mercancías para su traslado obligó a mejorar los caminos. Pero los principales cambios en este apartado fueron dos, propiciados gracias al invento de la máquina de vapor de James Watt (1769), cuyo apellido dio nombre a la unidad universal de potencia, el vatio o watt:
- La navegación: Robert Fulton fue el primero en incorporar la máquina de vapor a buques (1807), creando barcos más rápidos y que no necesitaban ya del viento para desplazarse.
- El ferrocarril: el invento de la locomotora a vapor, obra de Trevithick (1804), permitió el transporte de grandes cantidades de mercancías en poco tiempo. George Stephenson fue el responsable de diseñar la línea de ferrocarril que unía las ciudades de Liverpool y Manchester, en 1826. Esta conexión fue la segunda de la historia, ya que la primera enlazaba las poblaciones de Stockton y Darlington desde un año antes.
Los cambios en el mercado
Durante el siglo XVIII el comercio británico experimentó un aumento exponencial, debido fundamentalmente a los siguientes factores:
- El dominio marítimo de la Royal Navy, que desde el Tratado de Utrecht se aseguró la posesión de puntos de abastecimiento alrededor del mundo.
- El aumento de la demanda interna, consecuencia de las revoluciones demográfica, agrícola y de los transportes.
- La eliminación de trabas aduaneras.
Pero fue el mercado exterior el que ejerció una importante presión para que la industria algodonera, como veremos en el siguiente punto, diese el paso revolucionario. La necesidad de productos para el mercado exigía la fabricación masiva de artículos. En Gran Bretaña se elaboraban los textiles. Con ellos, se compraban esclavos africanos, que a su vez eran vendidos a los plantadores de las colonias americanas, quienes a su vez suministraban productos agrícolas como café, tabaco, algodón... Y vuelta a empezar. Se forma así un comercio triangular que convierte a Gran Bretaña en el líder comercial mundial, dándole una balanza comercial positiva.
Las innovaciones tecnológicas
Los cambios tecnológicos fueron parejos a las necesidades de la nueva industria algodonera. Cuando una tecnología llegaba a su máximo, era sustituida por un nuevo invento, que permitía mantener el ritmo productivo. Esto se ve claramente en el sector textil, donde se suceden la lanzadera volante (Kay, 1733), la spinning-jenny (Hargreaves, 1764), la waterframe (Arkwright, 1769), la máquina de vapor de Watt (1769) y la spinning mule (Crompton, 1779).
Estructura política y social favorable
La monarquía parlamentaria británica permitió, a raíz de las Revoluciones Inglesas del siglo XVII, que la burguesía participase del gobierno. Al mismo tiempo, cierto sector de la nobleza del país tenía una mentalidad abierta a los negocios. Ambos factores propiciaron la aprobación de leyes favorables a la industrialización. Podemos resumir esta nueva mentalidad en tres términos: inversión, innovación y búsqueda del beneficio.
La inversión era necesaria para promover las nuevas industrias. El capital para dicha inversión vino de los beneficios de la agricultura. La innovación, como hemos visto, permitió que el impulso industrializador no se paralizase por falta de medios técnicos. Y por último, el empresario buscaba su propio beneficio personal, con lo que en teoría debía velar por que sus inversiones fueran rentables.