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La nueva sociedad

La sociedad de la revolución industrial

La revolución industrial no solo trajo novedades en las formas y medios de producción, en la tecnología y en las teorías económicas. Los cambios en la agricultura (mecanización, fertilizantes, parcelación) transformaron los paisajes agrarios y las formas de trabajo. El nuevo sistema fabril requería de capital para invertir, libertad para la iniciativa privada y de mano de obra disponible. La población emigró a las ciudades, modificando las relaciones sociales ante la formación de dos nuevos grupos antagónicos: los propietarios, dueños del capital invertido, y los obreros, que viven de la venta de su fuerza de trabajo. 

Al mismo tiempo que los cambios económicos, sucedieron los políticos, en gran parte como consecuencia de las revoluciones liberales. De este modo, la sociedad del Antiguo Régimen mutó a una sociedad de clases, en la que el nacimiento ya no era una condición suficiente para gozar de privilegios. Así, las tensiones provocadas por las nuevas condiciones económicas, laborales y urbanísticas dieron lugar al nacimiento de ideologías novedosas, como el socialismo y el anarquismo, que traían una nueva explicación de la organización social, distinta a la del liberalismo o del Antiguo Régimen. Estas ideologías aglutinaron a los obreros y jornaleros, que se organizaron para hacer frente a las clases económicamente dirigentes: es el nacimiento del movimiento obrero.

Bulevar Haussmann, paradigma de los ensanches burgueses del siglo XIX
Wikimedia Commons/Thierry Bézecourt. Bulevar Haussmann, paradigma de los ensanches burgueses del siglo XIX (CC BY-SA)

Mientras que la burguesía industrial y financiera llevaba un alto nivel de vida, imitando en ocasiones a la antigua nobleza (incluso entroncando con ella vía matrimonio), las clases más desfavorecidas sufrían unas duras condiciones de vida, como veremos más adelante. Esta burguesía se preocupa de distanciarse del resto de la sociedad y, como muestra de ello, tenemos sus viviendas, grandes y lujosas, con separación entre habitaciones, agua corriente y retretes. Del mismo modo, en los espacios públicos también se separan del resto: palcos en el teatro, camarotes en los barcos, asientos en vagones distintos...

Por último, la mujer burguesa queda recluida en casa, sometida a una fuerte represión moral y a una estricta etiqueta (corsés, amplios ropajes, maquillajes, gestos, movimientos...).