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La narrativa realista: la novela picaresca

La novela picaresca

libros antiguos
Pixabay/bohdanchreptak. Libros antiguos (Pixabay License)

Como ya hemos estudiado, a lo largo del siglo XVI convivieron en España dos tendencias narrativas: la novela idealista y la novela realista. 

A diferencia de las ficciones idealistas, las novelas realistas pretendían retratar a la sociedad del momento, incidiendo en determinados grupos sociales y siendo especialmente críticas con la iglesia y la nobleza. La Celestina, obra aparecida en 1499, atribuida a Fernando de Rojas, marcó el punto de partida para este género realista.

Esta narrativa de carácter realista se concretó en la picaresca, género narrativo que se abrió paso con la publicación, en 1554, de La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, obra más conocida como El Lazarillo de Tormes, y que se consolidó más adelante con la aparición, en 1599, de El Guzmán de Afarache, de Mateo Alemán.

Nos ponemos a practicar

Lee con atención los siguientes fragmentos, extraídos de novelas realistas del siglo XVI. ¿Qué aspectos destacarías de ellos para poderlos acuñar como novelas realistas?

Texto 1

Por cualquiera niñería que hiciera, todos me regalaban: uno me daba una tarja, otro un real, otro un juboncillo, ropilla o sayo viejo, con que cubría mis carnes y no andaba tan mal tratado; la comida segura y cierta, que aunque de otra cosa no me sustentara, bastara de andar espumando las ollas y probando guisados; la ración siempre entera, que a ella no tocaba.
Esto me hizo mucho daño y el haberme enseñado a jugar en la vida pasada, porque lo que ahora me sobraba, como no tenía casas que reparar ni censos que comprar, todo lo vendía para el juego. De tal manera puedo decir que el bien me hizo mal. Que cuanto a los buenos les es de augmento, porque lo saben aprovechar, a los malos es dañoso, porque dejándolo perder se pierden más con él.

Mateo Alemán. El Guzmán de Afarache. Fuente: http://www2.ayto-sanfernando.com/biblioteca/

Texto 2

A cabo de tres semanas que estuve con él vine a tanta flaqueza, que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran. Para usar de mis mañas no tenía aparejo, por no tener en qué dalle salto. Y, aunque algo hubiera, no podía cegalle, como hacía al que Dios perdone (si de aquella calabazada feneció), que todavía, aunque astuto, con faltalle aquel preciado sentido, no me sentía; mas estotro, ninguno hay que tan aguda vista tuviese como él tenía.

Cuando al ofertorio estábamos, ninguna blanca en la concha caía, que no era de él registrada: el un ojo tenía en la gente y el otro en mis manos. Bailábanle los ojos en el casco como si fueran de azogue. Cuantas blancas ofrecían tenía por cuenta, y, acabado el ofrecer, luego me quitaba la concha y la ponía sobre el altar.

No era yo señor de asirle una blanca todo el tiempo que con él viví, o, por mejor decir, morí. De la taberna nunca le traje una blanca de vino; mas aquel poco que de la ofrenda había metido en su arcaz compasaba de tal forma que le duraba toda la semana

Y por ocultar su gran mezquindad, decíame:

-Mira, mozo, los sacerdotes han de ser muy templados en su comer y beber, y por esto yo no me desmando como otros.

Anónimo. La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Fuente: Biblioteca virtual Miguel de Cervantes

  • Señala todos los elementos que te permitan identificar el tono autobiográfico del texto 1.
  • ¿Qué idea se desarrolla en el texto 2? Extrae del texto términos que estén relacionados con el campo semántico de la pobreza.

Rasgos de la novela picaresca

La novela picaresca presentaba una serie de rasgos comunes:

  • Carácter autobiográfico. Escrita en 1.ª persona, el autor narra sus propias aventuras, hecho que le aporta veracidad al relato. El protagonista es autor y actor de la historia
  • Estructura abierta. Se organiza en forma de episodios y aventuras.
  • Protagonizada por un pícaro. El protagonista de estas novelas es un pícaro de baja clase social, que vive al margen de los códigos sociales. A diferencia de la narrativa idealista, nos encontramos con un antihéroe cuya prioridad es mejorar su condición social.
  • Argumento realista. La historia que se cuenta es verosímil. Explica las proezas de un marginado social del siglo XVI en su lucha por sobrevivir, salir de la mendicidad y mejorar su condición social.
  • Intención moralizante y crítica con la sociedad. El pícaro justifica en el relato su actitud y critica diferentes estamentos sociales a partir de una visión caricaturizada de los distintos personajes con los que se encuentra.

Sabías que...

Sabías que
Jennifer Arnau. Sabías que... (CC BY-SA)

Protagonistas reales

Aunque en la actualidad el adjetivo pícaro/a se podría utilizar para designar a alguien que actúa con picardía, que es pillo o que hace pequeñas travesuras, este término tiene su origen en la novela picaresca.

Fíjate en las siguientes imágenes:

  • ¿Cuál de las dos crees que representa al pícaro? ¿ Por qué?
  • Busca más información sobre la figura del pícaro en la novela picaresca y elabora una ficha con sus características.
  • ¿Sabías que también hubo pícaras? Lee el artículo y amplia información sobre este personaje femenino: La mujer pícara y su constante existencia en la literatura

Picaresca moderna

El género de la picaresca ha servido de influencia para la literatura posterior. Fíjate en los siguientes textos e intenta adivinar qué rasgos del pícaro aparecen en los protagonistas de estos relatos.

Texto 1

Soy capaz de tantas cosas y no se dan cuenta. O no quieren darse cuenta. O hacen todo lo posible por no darse cuenta. Necedades. Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que está bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y faltaba la confirmación de que había decidido bien, no hubo recompensa. No hubo zanahoria, Ahí me di cuenta de que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme. Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombies o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza.

John Kennedy Toole. La conjura de los necios. Fuente: El poder de la palabra.

Texto 2

Hallábase el patio siempre sucio; en un ángulo se levantaba un montón de trastos inservibles, cubierto de chapas de cinc; se veían telas puercas y tablas carcomidas, escombros, ladrillos, tejas y cestos: un revoltijo de mil diablos. Todas las tardes, algunas vecinas lavaban en el patio, y cuando terminaban su faena vaciaban los lebrillos en el suelo, y los grandes charcos, al secarse, dejaban manchas blancas y regueros azules del agua de añil. Solían echar también los vecinos por cualquier parte la basura, y cuando llovía, como se obturaba casi siempre la boca del sumidero, se producía una pestilencia insoportable de la corrupción del agua negra que inundaba el patio, sobre la cual nadaban hojas de col y papeles pringosos.

A cada vecino le quedaba para sus menesteres el trozo de galería que ocupaba su casa; por el aspecto de este espacio podía colegirse el grado de miseria o de relativo bienestar de cada familia, sus aficiones y sus gustos.

Aquí se advertía cierta limpieza y curiosidad: la pared blanqueada, una jaula, algunas flores en pucheretes de barro; allá se traslucía cierto instinto utilitario en las ristras de ajos puestas a secar, en las uvas colgadas; en otra parte, un banco de carpintero, la caja de herramientas, denunciaban al hombre laborioso, que trabajaba en las horas libres.

Pero, en general, no se veían más que ropas sucias, colgadas en las barandillas; cortinas hechas con esteras, colchas llenas de remiendos de abigarrados colores, harapos negruzcos puestos sobre mangos de escobas o tendidos en cuerdas atadas de un pilar a otro, para interceptar más aún la luz y el aire.

Cada trozo de galería era manifestación de una vida distinta dentro del comunismo del hambre; había en aquella casa todos los grados y matices de la miseria: desde la heroica, vestida con el harapo limpio y decente, hasta la más nauseabunda y repulsiva.

En la mayor parte de los cuartos y chiribitiles de la Corrala, saltaba a los ojos la miseria resignada y perezosa, unida al empobrecimiento orgánico y al empobrecimiento moral.

En el espacio que disfrutaba la familia del zapatero; en la punta de una pértiga muy larga, atada a uno de los pilares, colgaban unos pantalones llenos de remiendos, que se balanceaban cómicamente.

Del patio grande del Corralón partía un pasillo, lleno de inmundicias, que daba a otro patio más pequeño, en el invierno convertido en un fétido pantano.

Pío Baroja. La lucha por la vida. Fuente: Wikisource