Esta zona se caracteriza por su poca población y su escasa densidad excepto en las capitales de provincias y en Madrid. De hecho, constituye gran parte de lo que actualmente se denomina "la España vaciada". Además su hábitat mayoritario es el concentrado, a diferencia de la Cordillera Cantábrica. A todo esto hay que sumar el problema del envejecimiento de las zonas rurales, pues la población joven emigra a las ciudades en busca de servicios y oportunidades, iniciando un círculo vicioso de difícil solución. Actualmente las capitales de provincia y Madrid en el caso de la meseta y de Zaragoza en el valle del Ebro concentran a una gran parte de la población de estos territorios. 

La ocupación tradicional de la mayoría de la población era la ganadería (más ovina que vacuna por el clima) y sobre todo la agricultura. La agricultura suele ser extensiva y de secano, sobre todo el cereal, excepto en las vegas de los ríos. Destacan algunas zonas especializadas en la viña o el olivo.

 Este panorama contrasta con el dinamismo de Zaragoza y sobre todo Madrid, que, por la capitalidad, es la ciudad más poblada de España. Esto supone que toda la red de carreteras, ferrocarriles y el principal aeropuerto internacional están situados ahí, así como los ministerios, empresas públicas, organismos estatales de todo tipo y principales empresas que, por motivos de proximidad a los órganos de gobierno, instalan su sede en dicha ciudad. La capitalidad es un motor que atrae empresas de servicios y población y recursos de todo el estado, dotando a la capital de dinamismo. Por contraposición, esto genera problemas de vivienda y los típicos de todas las grandes ciudades, como es la polución.

Por otra parte, este crecimiento de la capital provoca el crecimiento de la periferia más inmediata. Esto se debe, en parte, a la emigración de la gente joven de las dos Castillas y Extremadura, que, en gran parte, acuden a Madrid en busca de formación universitaria y oportunidades laborales que no tiene en sus localidades natales.