¿Afecta la deuda externa a la desigualdad?
Para mantener los niveles de gasto público o simplemente porque no se generan los ingresos suficientes, los países solicitan préstamos tanto a las instituciones financieras como al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional (FMI) o al gobierno de otros países.
Este dinero prestado se conoce como deuda externa y debe ser devuelto según las condiciones e intereses acordados. Si no se cumplen las condiciones, la deuda aumenta subiendo además los intereses.
Si esta deuda externa es asumida por el Gobierno se denomina deuda pública. Pedir un nuevo préstamo para pagar el anterior préstamo, subir los impuestos del país deudor para una mayor recaudación financiera por parte directa de su población, reducir el gasto social o vender y privatizar empresas públicas son algunas de las medidas para saldar la deuda pública.
Existe la opción de contraer una deuda perpetua, es decir, carece de fecha límite de devolución, aunque se siguen pagando los intereses. Este tipo de deuda supone un riesgo para el prestamista ya que no sabe cuando va a recuperar su dinero. No obstante, puede vender la deuda en el mercado, recuperar su dinero y el comprador de esa deuda se convierte en el prestamista y receptor del interés de la deuda comprada.
En la actualidad, tanto países desarrollados como países subdesarrollados tienen una elevada deuda pública. Como podrás imaginar, los países menos desarrollados presentan más dificultades para devolver el dinero prestado. De hecho, en la mayoría de los casos, el préstamo no solo no se devuelve, sino que aumenta la deuda y el interés. Muchos países ven prácticamente limitadas sus aspiraciones de crecimiento económico y de desarrollo de sus necesidades básicas (sanidad, educación, etc.) con una deuda en constante aumento. Sirvan de ejemplo la deuda de Marruecos, que pasó del 20% con respecto al PIB en 1975 al 84% en 1983.