Cuando nos comunicamos, podemos, además de hablar, hacer cosas con las palabras. Es ahí donde surge el concepto de intención comunicativa, que establece que, además de los actos de habla locutivos (aquellos en los que únicamente se habla, siendo verdaderos o falsos), también existen los ilocutivos (donde ya hay una intención manifiesta, como pueda ser felicitar, ordenar, prometer, agradecer...), que dan lugar a los perlocutivos (o efectos que se consiguen con los actos ilocutivos).

Los actos de habla se suelen dividir en directos e indirectos. Los primeros son aquellos en los que los que el aspecto locutivo e ilocutivo coinciden, mostrándose claramente la intención; por ejemplo, cuando le pedimos a alguien que nos diga la hora porque necesitamos saber qué hora es. Y en los segundos, en los actos de habla indirectos, no coinciden los aspectos locutivo e ilocutivo, por lo que la intención es distinta a la expresada en el acto de habla; por ejemplo, cuando utilizamos la ironía al decir "un poco más y caen dos gotas" y en realidad está diluviando.

Además, según el sentido que queramos darle al enunciado, podemos clasificar los actos de habla en:

• Asertivos. Cuando el emisor se comunica expresando algo con certeza. Ejemplo: "Hoy hay clase de Matemáticas".
• Directivos. Cuando el emisor realiza el acto comunicativo incitando al receptor a que haga algo. Ejemplo: "¿Podrías, por favor, poner la mesa?".
• Compromisorios. Cuando el emisor al comunicarse se compromete con ello a hacer algo. Ejemplo: "Profe, te prometo que no volveré a llegar tarde".
• Expresivos. Cuando el emisor se comunica y expresa con ello sus sentimientos o estados de ánimo. Ejemplo: "Hoy estoy un poco cansada".
• Declarativos. Cuando emisor enuncia y realiza la acción que anuncia de manera simultánea. Ejemplo: "Queda inaugurado este colegio".