Cuéntame un cuento
Seguramente te han leído muchos cuentos antes de ir a la cama, en el coche o paseando. Son historias maravillosas que nos invitan a viajar con la imaginación. Te voy a contar un cuento que dice así:
EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR
Hace muchos años había un emperador tan interesado en los trajes nuevos, que gastaba todo su dinero en vestir con la máxima elegancia. Tenía un vestido distinto para cada hora del día. Era muy presumido. La ciudad en que vivía el emperador era muy bulliciosa y alegre. Todos los días llegaban a ella gente de todas partes del país.
Una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por sastres, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo.
—¡Deben ser vestidos magníficos!— opinó el emperador. «Si los tuviese, podría distinguir entre los inteligentes y los tontos» siguió pensando.
Y mandó pagar a los dos embusteros para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. «Me gustaría saber si avanzan con la tela» pensó el emperador. Y envió a uno de sus ayudantes para que viera cómo andaban las cosas.
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos hombres mentirosos, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!» pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas. Sin embargo, no soltó palabra.
—¡Es digno de admiración! — le dijo el ministro al emperador.
Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar: —¡oh, qué bonito!—, y aconsejaron al emperador que estrenase el traje con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente. —¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!—
Los dos embaucadores finalmente, dijeron: —¡Por fin, el vestido está listo!
—¿Quiere dignarse su Majestad, quitarse el traje que lleva para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo? —dijeron los dos bribones—
Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le vistiesen; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo. —¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! —exclamaban todos—. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!
Los encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:
—¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica tela! ¡Qué hermoso todo! Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por estúpido.
—¡Pero si no lleva nada! —exclamó de pronto un niño.
—¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! —dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
—¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
—¡Pero si no lleva nada! —gritó, al fin, el pueblo entero. Aquello inquietó al emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes.
Adaptación del cuento "El traje nuevo del emperador", de Hans Christian Andersen. Fuente (para la adaptación): https://www.guiainfantil.com/servicios/Cuentos/trajeemperador.htm
