Como se ha comentado anteriormente, se puede dividir la historia de al-Ándalus en dos etapas claramente diferenciadas: una primera de unión y hegemonía, que va desde la conquista hasta el final del Califato en el año 1031, y otra de carácter defensivo hasta la desaparición del último reducto islámico en 1492. A continuación, se desarrollarán los diferentes periodos en función de la forma de gobierno del territorio andalusí.

El Emirato dependiente (711-756)

Este periodo coincide con la conquista y formación de al-Ándalus, donde un emir con capital en Córdoba controlaba el territorio en nombre del Califato Omeya de Damasco, actual Siria. De hecho, podemos traducir la palabra emir o valí como gobernador. Asimismo, comenzó un intenso proceso de islamización, se organizó la recaudación de impuestos entre la población local y se distribuyeron tierras entre árabes y bereberes. Ahora bien, al resultar beneficiados los primeros sobre los segundos, en esos años se produjeron conflictos entre esos grupos de conquistadores. El resto de la sociedad andalusí estaba formado por los muladíes (antiguos cristianos conversos al Islam), mozárabes (cristianos residentes en territorio musulmán) y un importante número de judíos.

El Emirato independiente (756-929)

En Oriente se produjo una gran conmoción al derrotar los miembros de la familia Abasida a los Omeyas, trasladando la capital del Califato de Damasco a Bagdad. En ese contexto, el joven Abd al-Rahman I, último de los Omeyas, huyó a los confines del mundo islámico de la época: al-Ándalus. Una vez allí, consiguió que se reconociera su autoridad, de tal modo que la península pasó a ser políticamente independiente de Bagdad. Ahora bien, se admitía la supremacía de los califas Abasidas en cuestiones religiosas. En ese periodo también se reforzaron la marcas o fronteras con los pueblos cristianos del norte y se realizaron numerosas razias o expediciones de castigo contra ellos buscando botín y esclavos.

El Califato (929-1031)

En el año 929, Abd al-Rahman III se proclamó califa, con lo que Córdoba se convirtió en capital de un califato, independiente de Bagdad en lo político y en lo religioso. Junto con sus sucesores, puso en marcha un estado centralizado y fuerte, capaz de mantener un ejército mercenario que sometiera a los reinos y condados cristianos del norte a numerosas razias. Durante la época de Almanzor, el poder militar musulmán llegó a su máximo esplendor, si bien, a su muerte, empezó a declinar ante la división interna, las luchas de poder por el califato y el avance de los pueblos cristianos.

Los Reinos de Taifas (1031-1246)

Durante esta época se produjo la definitiva división y desintegración de al-Ándalus en multitud de reinos o taifas, que, frecuentemente, estaban enfrentadas entre sí. A su vez, el equilibrio de poder peninsular se invirtió, pasando la iniciativa de las grandes ofensivas a los reinos cristianos. Además, estas vinieron acompañadas de expediciones de castigo en busca de tributos o parias.

Por su parte, los musulmanes trataron de revertir la situación con la ayuda de bereberes del norte de África. De esta manera, en el 1086 llegaron a la península los almorávides y en 1146 los almohades. Sin embargo, eso no evitó la pérdida de ciudades tan importantes como Toledo (1085), Zaragoza (1118), Lisboa (1147), València (1238) y Sevilla (1248). En definitiva, con el tiempo la presencia musulmana en la península quedó reducida al reino de Granada.

El reino nazarí de Granada (1246-1492)

Protegido por las sierras Penibéticas y sus altas cumbres, y con multitud de musulmanes procedentes de otros territorios andalusíes, el reino de Granada fue el último reducto islámico de la península. Contrasta el florecimiento cultural y económico con su precaria situación política, pues rendía vasallaje a los reinos cristianos. Finalmente, en 1492 los Reyes Católicos conquistaron Granada, poniendo fin a ocho siglos de dominación musulmana en la península.