Al-Ándalus
Al-Ándalus es el nombre que recibía el territorio de la Península Ibérica controlado por autoridades musulmanas. Desde el punto de vista cronológico, se inició en el año 711 con las primeras incursiones musulmanas, finalizando en 1492 con la conquista del reino nazarí de Granada. Ahora bien, en la península continuó habiendo una importante presencia musulmana hasta su definitiva expulsión en 1609.
Espacialmente, se trató de un territorio muy cambiante, pues, en una rápida incursión, las huestes de árabes y bereberes conquistaron toda la península e, incluso, enviaron expediciones más allá de los Pirineos. Finalmente, en el año 732 fueron detenidos en Poitiers, en pleno centro de la actual Francia. A partir de este momento, se produjo un repliegue hasta los pies de los Pirineos y el valle del Duero, donde se situará la frontera de al-Ándalus durante la etapa inicial.
Esta rapidez en la conquista fue debida a la división social de los habitantes de la Península Ibérica, por una parte, y a la pujanza del Islam por la otra. Es decir, estamos en un contexto de expansión del mundo musulmán y el Califato.
El islam y su expansión
El islam es una religión monoteísta y revelada, predicada por el profeta Mahoma desde principios del siglo VII en la península arábiga. Sus enseñanzas están recogidas al libro sagrado del Corán y sus preceptos más importantes son los siguientes:
- La profesión de fe, concretada en la fórmula: "No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta".
- La oración; cinco veces al día, más la comunitaria del viernes.
- La limosna.
- El Ramadán, consistente, entre otras cosas, en la práctica del ayuno de sol a sol durante un mes lunar, siempre y cuando la salud del creyente lo permita.
- La peregrinación a la ciudad santa de La Meca al menos una vez en la vida y siempre que el creyente se lo pueda permitir.
Esta religión estaba en plena expansión desde la Hégira o inicio del calendario musulmán (año 622). En vida de Mahoma y los primeros califas, el islam llegaría a dominar la península arábiga, pasando en tiempos de los califas omeyas a controlar un gran imperio. De hecho, a mediados del siglo VIII el Califato iba desde la Península Ibérica hasta La India. La simplicidad de la nueva religión, el hecho que no existiera un clero que hiciera de intermediario entre la divinidad y los creyentes, así como la reducción de impuestos para los musulmanes, provocó un proceso de islamización similar a la romanización ocurrida siglos antes.
Por el contrario, la Península Ibérica vivía un proceso de crisis y conflictividad social que era, incluso, anterior a la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476.
La sociedad hispano-romana en crisis fue campo de batalla entre distintos grupos de tribus bárbaras de origen germánico. Estaríamos hablando de suevos, vándalos y alanos, hasta que otro pueblo, los visigodos, unificó la península y fundó un reino con capital en varias ciudades a lo largo del tiempo pero que, finalmente, se asentó en Toledo. Los visigodos expulsaron a los bizantinos y sometieron a la mayoría de la población, así como a los cántabros y vascones del norte. Además, algunos de sus reyes y nobles emprendieron persecuciones contra la importante minoría judía peninsular, los llamados sefarditas. Ahora bien, el principal problema era la inestabilidad por las luchas entre los mismos visigodos, enfrentados en sangrientas guerras por el poder.
En medio de una de esas pugnas, los partidarios del antiguo rey Witiza llamaron en su ayuda a los musulmanes del norte de África para combatir al nuevo monarca, Rodrigo, que había sido coronado en el 710. Un año después, al desembarcar Tariq en la península, tuvo lugar la batalla del río Guadalete, donde las tropas de Rodrigo fueron derrotadas. Ante la facilidad de la victoria, el gobernador árabe del norte de África (Musa) acudió en refuerzo de Tariq y, aprovechando la división y debilidad del reino visigodo, conquistaron casi toda la península. Además, en el año 721 ocuparon también Narbona, al otro lado de los Pirineos. Ahora bien, se ha de señalar que gran parte la conquista se consiguió pactando con los propios nobles visigodos, que conservaron sus dominios a cambio de pagar tributos y reconocer la autoridad de los nuevos ocupantes.