La península Ibérica y sus pueblos
Lo primero sería recordar en qué época nos encontramos al estudiar los pueblos prerromanos en la península ibérica. Estamos en la última fase de la prehistoria, en concreto en la Edad de los Metales, que, a su vez, se divide en dos períodos más: la Edad de Bronce y la de Edad de Hierro, la cual es precisamente la que nos ocupa y que transcurre aproximadamente desde el primer milenio a. C. hasta la irrupción de los romanos a finales del siglo III a. C.
Efectivamente esta fue nuestra "Edad del Hierro", protagonizada por un parte por pueblos autóctonos, como los íberos, celtas y tartesios, que a su vez entraron en contacto con las civilizaciones fenicia y griega, que buscaron en la península recursos que dieron lugar a asentamientos. En este punto también debemos nombrar a los cartagineses, que, aunque su origen fue precisamente ser una colonia fenicia en el norte de África, finalmente tuvieron un papel destacado en la parte final de este período.
Los íberos o la cultura ibérica
Lo primero que hay que señalar es que no se trata de un pueblo único y homogéneo, más bien al contrario, como bien se refleja en el mapa adjunto. Sin embargo, pese a no actuar con un poder político único, compartían la misma cultura.
Geográficamente se localizaron en el este y sur peninsular y cronológicamente puede hablarse de cultura ibérica entre el siglo VII y I a. C. Socialmente estaban organizados en tribus con una aristocracia guerrera el frente por lo que eran frecuentes los enfrentamientos tanto internos como externos; de ahí que sus poblados estuvieran amurallados y en lugares elevados, como colinas o lomas, para su mejor defensa.
La actividad económica más importante era la agricultura con la producción de cereales que posteriormente se amplió a otros productos como la vid. También eran artesanos cuyos productos de cerámica o metal eran intercambiados con los pueblos colonizadores, especialmente los griegos. Hasta tal punto el comercio fue una actividad creciente que llegaron incluso a acuñar monedas.
Por último, al hablar de la cultura íbera no podemos olvidar, por un lado, la escritura, que, si bien todavía hoy indescifrable, sí que hay constancia de signos propios. Y por otro lado, hay que mencionar el arte íbero, cuya representación más conocida es el busto de la Dama de Elche, que, sin ser la única, es la más conocida. Presumiblemente esculpida entre los siglos V y IV a. C. muestra un dominio técnico y estético muy elevado.
Los celtas
Podría considerarse a los celtas como pueblos colonizadores ya que realmente vinieron del centro de Europa y se fueron asentando en el centro y oeste peninsular a lo largo del primer milenio más concretamente a partir del siglo IX a. C. Con sus propios rasgos culturales, fueron adaptándose y recibiendo la influencia de los pueblos íberos. De ahí que, en ocasiones, se utilice la expresión "celtíberos" para referirse a ellos.
A los celtas se les debe la introducción del hierro, mineral desconocido en la península hasta ese momento, siendo los castros el modelo de poblado defensivo que introdujeron. Los mejores ejemplos se construyeron en Galicia, como demuestran los importantes hallazgos arqueológicos.
Sus actividades principales eran la agricultura y la ganadería, las cuales se beneficiaban del uso del metal de hierro para la fabricación de aperos de labranza: el arado fue una aportación celta.
Por último, hay que destacar algunos aspectos de carácter cultural. En los castros, se han encontrado urnas de cerámica con las cenizas de los difuntos incinerados, un testimonio claro de las creencias de carácter religioso o espiritual de estos pueblos.
Tartesos
Por último en el sur peninsular, en torno a la cuenca del Guadalquivir y del Guadiana, se ha constatado la existencia de una cultura realmente avanzada. Pese a los escasos restos arqueológicos, ya que todavía no se ha podido encontrar la ciudad más importante, hay constancia de una civilización potente que tuvo en su organización política un aspecto muy a destacar: una estructura piramidal en cuya cúspide se encontraba el monarca, siendo Argantonio, el mejor ejemplo de rey que nos ha llegado al presente.
La metalurgia, gracias a los importantes yacimientos existentes, como, por ejemplo, las minas de plata y cobre, fue la actividad económica más importante, la cual, también posibilitó los intercambios con pueblos colonizadores como griegos y fenicios, especialmente con estos últimos situados en Gádir.
Pese a lo anteriormente descrito, a finales del siglo VI a. C. comenzó a entrar en decadencia, hasta que finalmente desapareció. La escasez de mineral puede estar entre las razones de su final. Sin embargo, los historiadores también plantean la posibilidad de que fueran destruidos por otros pueblos e incluso por enfrentamientos internos debido a la jearaquización social provocada por el control de los metales.