De la larga lista de emperadores que gobernaron los designios de Roma durante casi cinco siglos, tres de ellos nacieron en Hispania. Fue una aportación, escasa en número, pero de gran trascendencia para el devenir de Roma.  

El emperador Marco Ulpio Trajano nació en la Bética en el año 53 y falleció en Sicilia en el año 117. Trajano desde joven destacó en el ámbito militar. De hecho, su carrera meteórica no pasó desapercibida para emperadores como Domiciano y Nerva. Hasta tal punto tuvo éxito que Nerva lo asoció al trono, con lo que, sin ser miembro de la familia imperial ni tener ningún lazo de parentesco, quedó nombrado como sucesor de aquel emperador. Alcanzó el poder finalmente en el año 98.

Trajano destacó por dos grandes campañas militares llevadas a cabo al comienzo del siglo I. Una de ellas tuvo como objetivo garantizar y pacificar la frontera del río Danubio, cosa que consiguió al derrotar a Decébalo, rey de los dacios. La famosa Columna Trajana conmemora y exalta la victoria en la Dacia.

La segunda campaña consiguió un éxito sin precedentes, aunque efímero, que se tradujo en la mayor extensión alcanzada por el Imperio romano. Sus éxitos en Mesopotamia, tomando Babilonia, llevaron a las legiones romanas a las costas del Golfo Pérsico. Desgraciadamente para Trajano, en su regreso a Roma, ya enfermo, acabó muriendo. Es preciso señalar que una cosa era conquistar y otra mantener dichas conquistas, lo que resultó difícil a miles de kilómetros de Roma.

Publio Elio Adriano nació en Itálica, la Baética, en el año 76 y murió en Baia en 138. Tras la muerte de sus padres, Trajano se encargó de la educación del joven Adriano. Y finalmente justo antes de morir Trajano, decidió que fuera Adriano su sucesor, cosa que ocurrió en 117. 

Tras todas las grandes conquistas de Trajano, Adriano optó por una política más conservadora, que básicamente consistió, en mantener territorios defendibles e iniciar la retirada de aquellos cuyo control resultaba poco beneficioso e incluso perjudicial para el imperio, por su alto coste militar, humano y económico. El mejor ejemplo es Mesopotamia.

Adriano fue posiblemente uno de los emperadores que más se dejó cautivar por la cultura helenística. Fue un gran aficionado a las letras y las artes, especialmente a la arquitectura, como se puede observar en la Villa Adriana.

Lucio Anneo Séneca nació en Córduba en el año 4 y falleció el año 65 por orden del emperador. Nuestro filósofo de la antigüedad clásica más ilustre se vio involucrado en una conspiración para acabar con la vida del emperador Nerón, que al descubrirlo exigió su muerte. Séneca le complació suicidándose.

De familia acomodada desde joven mostró una especial atención por el estudio tanto de la filosofía griega como de la retórica y la gramática. Su conocimiento del lenguaje le permitió ejercer de abogado, llegando a ser cuestor, es decir, funcionario de alto rango encargado de dirigir las finanzas y los impuestos de una población.

A partir de ahí su fama como orador creció en Roma, hasta el punto de ser considerado uno de los más brillantes de toda la historia. Su éxito en la oratoria y la filosofía le granjeó amistades entre la élite política de Roma, pero también enemigos. Con Nerón como emperador vivió sus últimos años. La crítica al carácter y gobierno de este emperador le llevó a participar en una conspiración contra él, cuyo final ya se ha señalado.