La tríada mediterránea y mucho más
Hispania se convirtió desde el principio en una fuente inagotable de recursos agrícolas. El trigo, la vid y el olivo fueron suministrados de forma continuada y en grandes cantidades por los productores agrícolas peninsulares. Asimismo, producía gran cantidad de cereales, siendo el trigo el más importante al cubrir tanto la demanda interna como las exportaciones exigidas por Roma. Además, de la península salían vino y aceite de gran calidad, destacando la Bética como zona productora.
Pero la producción agrícola no se reducía a los productos citados, sino también a plantas textiles como el lino o el esparto. También destaca la producción de productos de regadío y hortofrutícolas en áreas del Mediterráneo y el sur de Hispania. Ello demostró la diversidad productora de esta provincia clave dentro del Imperio Romano.
En zonas de costa, como en la ciudad gaditana de Baelo Claudia, se elaboraban salazones de pescado y una salsa muy demandada por los romanos llamada garum.
De todos modo, pese a las riquezas agrícolas, había un interés más lucrativo para los romanos: los metales. En Hispania los romanos encontraron desde oro y plata, hasta hierro y cobre. Destacaba ya por aquellos tiempos la explotación de las minas de mercurio de Almadén.
Tras lo visto, no es de extrañar que la actividad comercial se adaptase a una exportación fundamentalmente agrícola y minera y la importación fuera de productos manufacturados y de lujo, que en Hispania no se producían, y que eran demandados por las élites de la sociedad hispanorromana. Se exportaban trigo y aceite y se importaba tejidos, perfumes...