Antes de pasar a elaborar nuestros segundo batido, es fundamental que conozcamos los lugares en los que disponemos de este recurso, el agua, en la Tierra.

Conocemos con el nombre de glaciares al agua que, al congelarse sobre una superficie líquida o sólida, se acumula en forma de hielo en las cabeceras de los valles o en depresiones.

El agua que precipita sobre la corteza terrestre se filtra o se desliza sobre la superficie siguiendo la pendiente descendente hasta llegar al mar. El espacio recolector de las corrientes fluviales canalizadas en un mismo río se conoce con el nombre de cuenca hidrográfica. La dirección de este curso hasta llegar al mar se denomina vertiente hidrográfica. En España tenemos tres: Cantábrica, Atlántica y Mediterránea.

La unidad geográfica más importante es el río, corriente de agua dulce que fluye normalmente por la superficie terrestre en dirección a un valle, procedente de la lluvia y del deshielo de la nieve de las montañas. Puede desembocar en el mar, en un lago o en otro río. En el caso de que un río confluya en otro, al primero se le denomina afluente.

Las corrientes de agua no siempre son permanentes o con un caudal destacable; de ahí que se utilicen otros nombres para esos casos. El arroyo es un caudal corto de agua que siempre o casi siempre es continuo. Mientras, las ramblas son cauces fluviales secos de fondo plano y escasa pendiente en su desembocadura, que solo lleva agua esporádicamente cuando descargan fuertes aguaceros.

Los lagos, o lagunas de menor tamaño, son masas de agua dulce o salada acumulada en zonas deprimidas o superficie de cierta profundidad. Pero también podemos encontrar agua embolsada subterránea en los llamados acuíferos. En esos casos, tras pasar por capas superiores permeables, la humedad llega a la roca impermeable, que la almacena y hace circular el agua.

Por último, de manera artificial, podemos encontrar otros puntos de agua como acequias, embalses, pantanos, presas o trasvases.