Podemos considerar la Batalla de Alarcos en el año 1195, como el punto culminante del poder almohade. Fruto de esa victoria, estos lanzan una serie de campañas contra Castilla. De esta manera, en el año 1198, el soberano se ve obligado a solicitar una tregua a los musulmanes. A partir de ese momento, Alfonso VIII de Castilla teje una serie de alianzas entre los reyes cristianos.
Así, en el año 1212, en la batalla de las Navas de Tolosa, los reyes de Navarra y Aragón se unen al de Castilla para contrarrestar el poder almohade. Después de un inicio incierto, el choque acaba con el triunfo aplastante de los cristianos, de manera que el califa almohade huye a Marrakech, donde muere al poco tiempo.
A partir de este momento, el equilibrio de poder peninsular pasa definitivamente a manos cristianas, de manera que al-Ándalus quedará prácticamente recluido a las tierras de Andalucía Oriental, defendidas por la barrera orográfica de las Béticas y en estrecho contacto con el Magreb.
El colapso almohade motiva que al-Ándalus se reorganice en el reino nazarita de Granada, que persistirá hasta el año 1492. Si el último reducto del islam en la península ibérica subsistirá hasta el año 1492, será en gran medida a los elevados tributos que pagarán a los reyes cristianos.