Ya formada la Corona de Aragón en 1137, los dos reinos fundadores de la misma continuaron su avance hacia el sur. De esta manera, arrebataron tierras a los andalusíes hasta fijar sus fronteras. Estas han permanecido prácticamente inalteradas durante siglos y coinciden casi con las actuales comunidades autónomas de Aragón y Cataluña. 

La conquista de Tortosa en el 1148 y de LLeida en el 1149 serán los episodios más importantes de la definitiva formación de Cataluña, con la ocupación de la llamada "Cataluña Nueva". Además, a partir de 1169, en tiempos de Alfonso II, se iniciaría la conquista de la zona limítrofe de la Matarraña, así como de las tierras del sur de Teruel. De hecho, en 1171 se fundó y dotó de fueros a la ciudad del mismo nombre. Con estas conquistas, el Reino de Aragón completaría su formación.

A pesar de este avance por tierras de al-Ándalus, el principal foco de atención de los monarcas estaba al otro lado de los Pirineos, en la región de la Occitania, actual sur de Francia. Así, Alfonso II llegó a extender sus dominios desde el Mediterráneo hasta el Atlántico a través de Niza, Montpellier, Carcasona, Foix y el Bearn. Esta política cambiaría radicalmente a partir de la batalla de Muret de 1213, en la que moriría el rey Pedro el Católico de Aragón. Esta derrota supondría la pérdida de casi todos sus dominios al norte de los Pirineos, pasando a manos de Francia. Por contra, esto supuso que la corona dirigiera la mirada al sur, hacia València y Mallorca.