La necesidad de dar salida a las producciones artesanales, por una parte, y la de asegurarse el suministro de cereal para las ciudades, por otra, motivó la creación de un activo comercio marítimo en la corona de Aragón. Productos artesanales de lujo hechos en Barcelona o València, así como tejidos, se distribuían por todo el Mediterráneo.

Para ello se produjo una alianza entre ricos mercaderes de las ciudades, corona y nobleza, financiando campañas militares que aseguraron la preminencia de la corona aragonesa en el Mediterráneo.

Otro aspecto fundamental fue la creación de los "Consulados del Mar". Estos eran una especie de embajadas comerciales, situadas en todos los puertos importantes, con la finalidad de defender los intereses de los mercaderes de la corona. Así, en el año 1320 se publicó una recopilación de los distintos usos y costumbres que, durante siglos, rigieron estas prácticas, en el llamado "Libro del Consulado del Mar". Piensa, en este sentido, que en la época, el conocimiento personal y los contactos eran esenciales para el comercio, ya que no existían las comunicaciones de la actualidad. Así, los comerciantes se agrupaban según su origen para facilitar su trabajo.