¡Nos arreglamos para salir en los papeles!
¡Qué importa si, en lugar de "bebé", escribo "bebe" o "canto" por "cantó" o "pérdida" por "perdida"! ¡A quién le va a importar! Poner la tilde quita tiempo y es una "tontería", algo innecesario...
Bueno, no sé yo si un chico o chica entendería lo mismo si le decimos ¿te gusto? o ¿te gustó?. Quizá haya una mala interpretación y nos lleve a una explicación que llegue a ser incómoda.
La ortografía es el "ornamento" que necesitamos cuando escribimos para presentarnos al resto de las personas. Es nuestra seña de "identidad lingüística" y de ello pueden depender muchas cuestiones, desde que a un chico o chica le gustemos a que nos den un puesto de trabajo, que le parezcamos interesante al resto de la sociedad, que se nos considere personas educadas y respetuosas... Así que no es algo secundario ni a lo que no tengamos que prestarle atención en las situaciones en las que tenemos que escribir.
Tampoco es cierto eso de que escribo mal para economizar con los amigos, pero, cuando es necesario, lo hago bien. Al final, viciamos la escritura y dudamos de cómo se escribe una palabra de modo que lo acabamos convirtiendo en un problema serio que, con el paso del tiempo, cuesta más solucionar.
El uso de las tildes es simple y los teclados de los ordenadores, tabletas o móviles nos facilitan el que en un solo gesto las pongamos. Por tanto, ya no es cuestión de pérdida de tiempo, es cuestión de querer o no querer. De querer cuidar nuestra identidad y una lengua milenaria a la que debemos mimar y proteger para que siga sirviendo como medio de comunicación y no se convierta en un medio de confusión.