La dictadora

El texto que aparece a continuación solamente lo podrá ver la Dictadora, es decir, la persona escogida para realizar el dictado. Durante la lectura, la Dictadora no podrá hacer mención a los signos de puntuación que aparecen escritos. Solamente al final del dictado, los Dictados podrán comparar lo que han escrito con el original. Cada acierto se contará como un punto. 

En esta actividad podemos realizar el dictado de forma individual y luego poner en común con el grupo las diferentes opciones de puntuación hasta crear una versión definitiva que sea la que cuente para la puntuación. 

—¡Qué sensación más extraña! —dijo Alicia—. Me debo estar encogiendo como un telescopio.

Y así era, en efecto: ahora medía sólo veinticinco centímetros, y su cara se iluminó de alegría al pensar que tenía la talla adecuada para pasar por la puertecita y meterse en el maravilloso jardín. Primero, no obstante, esperó unos minutos para ver si seguía todavía disminuyendo de tamaño, y esta posibilidad la puso un poco nerviosa. «No vaya consumirme del todo, como una vela», se dijo para sus adentros. «¿Qué sería de mí entonces?» E intentó imaginar qué ocurría con la llama de una vela, cuando la vela estaba apagada, pues no podía recordar haber visto nunca una cosa así.

[...]

Mientras decía estas palabras, le resbaló un pie, y un segundo más tarde, ¡chap!, estaba hundida hasta el cuello en agua salada. Lo primero que se le ocurrió fue que se había caído de alguna manera en el mar. «Y en este caso podré volver a casa en tren», se dijo para sí. (Alicia había ido a la playa una sola vez en su vida, y había llegado a la conclusión general de que, fuera uno donde fuera, la costa inglesa estaba siempre llena de casetas de baño, niños jugando con palas en la arena, después una hilera de casas y detrás una estación de ferrocarril.) Sin embargo, pronto comprendió que estaba en el charco de lágrimas que había derramado cuando medía casi tres metros de estatura.

Lewis Carrol. Alicia en el país de las Maravillas. Alma Clásicos Ilustrados

Limpia, fija y da esplendor

¿Sabéis que hace unos años la palabra “sólo” se escribía con tilde? Sin embargo, un día, la Real Academia Española, cuyo lema es “Limpia, fija y da esplendor”, consideró que esa tilde no era necesaria, pues en la mayoría de los contextos en los que esa palabra aparecía no era necesario el uso de una tilde diacrítica que diferenciara el adverbio solo (Solo quiere tu dinero) del adjetivo (Prefiero vivir solo). Muchos hablantes, sin embargo, no están de acuerdo y el debate en cuanto al uso de la tilde sigue vivo. 

1. Entre todos escoged un tema controvertido relacionado con los signos de puntuación. ¿Qué signo no consideráis útil? ¿Cuál eliminarías? ¿A cuál le cambiaríais la función o la forma?...
2. Cread grupos y escoged posturas a favor y en contra. Preparad los argumentos para vuestra defensa. 
3. ¡Que empiece el debate! ¡Necesitamos académicos que limpien, fijen y den esplendor a la lengua!

Los grupos ganadores del debate sumarán 5 puntos que anotarán en la tabla. Será la moderadora o moderador quien decida quién es el ganador del enfrentamiento. 

¡Cuidado, que viene don Pardino!

Don Pardino es un señor con barba y un poco gruñón. Esta especie de superhéroe de la lengua española tiene una misión de alta importancia para la humanidad: que todos y todas escribamos según las normas ortográficas y gramaticales establecidas por la Real Academia Española. 

Si todavía no los conocéis, podéis visitar su página web y echar un vistazo pinchando aquí. 

Os proponemos crear, por grupos, un cómic de cinco viñetas como máximo cuyos protagonistas sean los signos de puntuación. El resultado se puede exponer y los cómics se pueden someter a votación para saber cuál ha gustado más. El ganador conseguirá 10 puntos.