“Desde los primeros siglos de la escritura hasta la Edad Media, la norma era leer en voz alta, para uno mismo o para otros, y los escritores pronunciaban las frases a medida que las escribían escuchando así su musicalidad. Los libros no eran una canción que se cantaba con la mente, como ahora, sino una melodía que saltaba a los labios y sonaba en voz alta. El lector se convertía en el intérprete que les prestaba sus cuerdas vocales. Un texto escrito se entendía como una partitura muy básica y por eso aparecían las palabras una detrás de otra en una cadena continua sin separaciones ni signos de puntuación —había que pronunciarlas para entenderlas—”.
Irene Vallejo. El infinito en un junco. Siruela.
Tenemos constancia de que el ser humano empezó a escribir unos 5000 años antes de Cristo, sin embargo, esas primeras palabras fijadas en tabletas de arcilla eran básicas y cumplían funciones comunicativas sencillas, como, por ejemplo, dejar un registro de los excedentes de cultivos. Fue poco a poco como esas formas primitivas se convirtieron en la escritura que ahora conocemos, y esa transformación se produjo porque el ser humano fue cubriendo paulatinamente las necesidades comunicativas que le surgían.
Los hablantes son los creadores de sus propias lenguas y, por eso, del mismo modo que la palabra “silla” no se inventó hasta que no surgió la necesidad de sentarse cómodamente y alguien inventó ese objeto, los signos de puntuación no nacieron hasta que se subrayó la importancia de no malinterpretar los textos escritos.
Es, en esta necesidad de entendernos, donde hallamos la importancia de aprender a usar correctamente los signos de puntuación, que nos ayudan a entonar adecuadamente las secuencias y los textos y, por lo tanto, a comunicarnos de forma eficaz con nuestro entorno.
Sin embargo, no debemos perder de vista una cuestión: el uso de los signos de puntuación no es un asunto matemático, es decir, existe cierta libertad a la hora de escoger los signos que se van a emplear. Esta decisión dependerá del estilo del emisor, que puede decidir crear enunciados más complejos y largos (usará más signos de puntuación); o que quizá prefiera hacer uso de períodos más cortos y frases más sencillas (usará entonces menos signos de puntuación). Y, por último, otro aspecto es esencial antes de adentrarnos en el desarrollo de las normas: a escribir se aprende estudiando, pero también escribiendo y, sobre todo, leyendo mucho.
En cualquier caso, los signos que hemos inventado para entendernos mejor son los siguientes: