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Literatura y contexto social

Las letras españolas en un periodo de cambio

El siglo XVIII se caracteriza por un cambio de modelo social. El Antiguo Régimen cede protagonismo ante las ideas ilustradas impulsadas por una burguesía que trata de abrirse camino. Toda alteración en las fuerzas de poder queda reflejada en los movimientos literarios de la época, y la Ilustración no fue una excepción. Sin embargo, más allá de las tensiones sociales, el mundo de las letras tuvo que sortear dos obstáculos de gran envergadura:

  • El analfabetismo: se estima que al comienzo del siglo XVIII el 80% de los españoles no sabía leer ni escribir.
  • El precio de los libros: los volúmenes eran tan caros que solo las clases sociales más pudientes podían permitirse tener una biblioteca privada.

Sin embargo, a medida que el siglo avanza, las clases medias acceden a oportunidades formativas que antes tenían vetadas y, por lo tanto, se incorporan paulatinamente al mundo de la cultura. El gremio editorial tuvo que adaptarse a marchas forzadas a los nuevos tiempos y favoreció la difusión del conocimiento presentando una innovación que aún pervive en nuestros días: el libro de bolsillo. En la actualidad, este formato otorga a las obras literarias una segunda vida comercial ofreciendo al lector un formato más asequible para su disfrute, pero en el siglo XVIII trajo consigo dos innovaciones:

  • El precio de las publicaciones se abarató mucho
  • Se facilitó su manejo, pues el tamaño de los volúmenes se redujo considerablemente

A pesar de las dificultades, en la segunda mitad del siglo XVIII las imprentas, con la inestimable ayuda del estado, comenzaron a especializarse. Uno de los primeros cambios que abordaron fue mejorar el gramaje del papel, lo que supuso un aumento en la calidad de las publicaciones. El salto cualitativo es tan grande que el trabajo de varias imprentas españolas fue conocido -y reconocido- en Europa.

Las librerías no escaparon a la especialización del sector e inauguraron unos nuevos espacios: los gabinetes de lectura. Este hecho favorece la interacción de lectores y libreros, que organizan encuentros, tertulias e intercambios donde el libro es el protagonista. Asimismo, las bibliotecas también se van abriendo paso, sobre todo en las universidades. Entre todas ellas hay una que sobresale adquiriendo una importancia clave y que aún pervive: la Biblioteca Real, inaugurada en 1712 bajo el reinado de Felipe V. Esta institución evolucionó hasta convertirse en la actual Biblioteca Nacional, entidad que recibe y conserva ejemplares de todos los libros publicados en España.

Otro de los mecanismos de control editorial heredado de épocas anteriores, la censura, dependiente del estado y de la Iglesia, todavía perduraba, si bien su permisividad era cada vez mayor gracias a la apertura de miras de la sociedad ilustrada. Esta flexibilidad permitió que algunas ideas y principios que chocaban con las tesis defendidas por el Antiguo Régimen se expandieran, lo que supuso un conflicto de intereses que alcanzó su punto álgido en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando se cuestionaron los esfuerzos reformistas de Fernando VI y Carlos III. Así, las obras podían ser retiradas si la censura civil o los tribunales inquisitoriales determinaban su falta de decoro, lo que tuvo dos consecuencias importantes:

  • Un sentido de autocensura por parte de autores y editores.
  • Una atracción irrefrenable por la literatura prohibida.
Biblioteca Nacional de España
Wikimedia Commons/Selbymay. Madrid - Biblioteca Nacional (CC BY-SA)