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Un siglo de transición teatral

La transición hacia los nuevos tiempos

El teatro, al igual que la poesía, no escapó a los debates de la época que cuestionaban su sentido y utilidad. Es necesario recordar que el ensayo es el registro literario más característico de la Ilustración por ser considerado el medio propicio para transmitir las ideas ilustradas. A pesar de las dificultades, el género dramático comenzó a despegar debido, principalmente, a dos razones:

  • Acudir al teatro seguía siendo un evento social importante, por lo que los espectadores se mantuvieron fieles a sus citas con los escenarios. Por lo tanto, el género continuó su evolución.
  • A pesar de que el Siglo de Oro ejercía una poderosa influencia sobre los dramaturgos ilustrados de la primera mitad de siglo, a partir de la segunda parte de la centuria comienza a fraguarse un estilo propio que recoge los sentires políticos y liberales del momento.

¿Cómo se consigue evolucionar un género anquilosado en el pasado y con un componente superficial puesto constantemente en entredicho? Volviendo a las influencias clásicas, que aspiraban a la verosimilitud, lo que implicaba que el público empatizara con la propuesta. Los argumentos representados ponían en primer plano conflictos universales, por lo que siempre se llegaba a una enseñanza útil y valiosa para el espectador.

Fachada del Teatro Real de Madrid
Wikimedia Commons/losmininos. Teatro Real de Madrid (CC BY-SA)

La época posbarroca: géneros populares y formas menores

Las décadas posteriores al Barroco tuvieron a un claro referente: Calderón de la Barca. Los autores de principios del XVIII tomaron como ejemplo en sus obras a este autor del Siglo de Oro. Por consiguiente, la producción de la época se caracterizó por una preocupante falta de personalidad propia. Aun así, a pesar de la escasa evolución literaria se constataba una importante renovación técnica: los decorados, la tramoya y la música cobraron más protagonismo, lo que permitió ofrecer espectáculos más complejos y atractivos.

En esos años, las comedias fantásticas, las sentimentales o las de temática militar gozaban de gran popularidad, y las obras se beneficiaron del mimo con el que los dramaturgos imaginaron la disposición escénica en sus escritos. Los autores posbarrocos no pudieron evadirse de la corriente de cambio social que caracteriza al siglo XVIII y comenzaron a impulsar un arte más trascendente, por lo que se sentaron las bases para una evolución más amplia en el teatro dieciochesco.

Una de las piezas dramáticas más populares es el sainete. Son pasajes humorísticos de un solo acto que se representaban en los intermedios o al final de una función. Los sainetes se caracterizan por los siguientes detalles:

  • Representan aspectos cómicos de la vida cotidiana
  • El registro lingüístico empleado es el de los estratos sociales más bajos
  • En ellos se refleja la forma de vida de las clases populares de la época

Ramón de la Cruz fue el autor de sainetes más representativo de este periodo.

Representación de La dama duende, de Calderón de la Barca
Wikimedia Commons/Rosa Melero. La dama duende-Calderón de la Barca (CC BY-SA)