Finalmente, los liberales impusieron sus ideas en 1820 gracias al triunfo del pronunciamiento organizado por el teniente coronel Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla). Tras esta victoria comenzó el Trienio Liberal (1820-1823). Este golpe militar provocó que el 9 de marzo de 1820 Fernando VII jurara la Constitución de 1812.
El rey fue obligado a decretar una amnistía contra los represaliados y convocar nuevas elecciones. Las nuevas Cortes contaron con una mayoría de diputados liberales y se impulsaron muchas reformas, como las establecidas en las Cortes de Cádiz. Además, se formó la Milicia Nacional, un cuerpo armado de voluntarios que tenía como función el mantener el orden constitucional y proteger el régimen liberal de los opositores absolutistas.
El proceso reformista que tuvo lugar durante el Trienio Liberal no contó con el apoyo de Fernando VII. La relación de los liberales con el monarca propició una escisión entre moderados, que pretendían acercar posturas con el rey (llamados "doceañistas"), y los progresistas (veinteañistas), que pedían una aplicación total de la Constitución de 1812 sin concesiones al rey.
Pronto llegaron malas noticias desde Europa para los liberales. Las grandes potencias absolutistas, en cumplimiento del compromiso de la Santa Alianza, se reúnen en el Congreso de Verona en 1822 y deciden la intervención en España. Un ejército, denominado los Cien Mil Hijos de San Luis, con el duque de Angulema al frente, entró en España el 7 de abril de 1823. Tras varios meses de ocupación, el 1 de octubre de 1823, Fernando VII desembarcó en el Puerto de Santa María (Cádiz) y fue repuesto como rey absolutista en el trono español.