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La monarquía democrática de Amadeo I (1870-1873)

En 1871, llegó Amadeo I, duque de Aosta e hijo menor del rey italiano Víctor Manuel II, un hombre de claras ideas democráticas que había sido elegido para reinar en España. El nuevo monarca se apoyará en los grupos políticos progresistas y demócratas. Por el contrario, contará con la oposición de gran parte de la sociedad española, entre los que se encontraban los monárquicos borbónicos, la aristocracia, los republicanos, la Iglesia y los carlistas. Incluso parte del pueblo español no apoyaba al nuevo rey por su condición de extranjero.

Desde el inicio de su reinado, Amadeo tuvo que superar numerosas crisis y conflictos. Incluso antes de su llegada a España, el general Prim, su gran valedor, sería asesinado. Posteriormente, y ya en el trono, tuvo que hacer frente a dos conflictos bélicos: a la tercera guerra carlista (1872-1876) y la insurrección en Cuba, conocida como Guerra de los Diez Años. 

La inestabilidad política del reinado de Amadeo I quedó reflejada en los seis gobiernos y tres elecciones generales celebradas en menos de dos años. Ante esta situación, y sin apoyos, el monarca renunció al trono en febrero de 1873. El mismo día de la abdicación, el Congreso de los Diputados y el Senado proclamaron la Primera República. 

Amadeo I frente al féretro del general Prim
Wikimedia Commons/Antonio Gisbert. Amadeo I frente al féretro del general Prim (Dominio público)

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Duración:
15 minutos
Agrupamiento:
Individual

Lee atentamente el siguiente texto y responde a las preguntas que aparecen a continuación del mismo.

Grande fue la honra que merecí a la nación española eligiéndome para ocupar su trono; honra tanto más por mi apreciada, cuanto que se me ofreció rodeada de las dificultades y peligros que lleva consigo la empresa de gobernar un país tan hondamente perturbado.

Alentado, sin embargo, por la resolución propia de mi raza, que antes busca que esquiva el peligro, decidido a inspirarme únicamente en el bien del país, y a colocarme por cima de todos los partidos, resuelto a cumplir religiosamente el juramento por mí prometido a las Cortes Constituyentes, y pronto a hacer todo linaje de sacrificios por dar a este valeroso pueblo la paz que necesita, la libertad que merece y la grandeza a que su gloriosa historia y la virtud y constancia de sus hijos le dan derecho, creí que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar sería suplida por la lealtad de mi carácter, y que hallaría poderosa ayuda para conjurar los peligros y vencer las dificultades que no se ocultaban a mi vista, en las simpatías de todos los españoles amantes de su patria, deseosos ya de poner término a las sangrientas y estériles luchas que hace tanto tiempo desgarran sus entrañas.

Conozco que me engañó mi buen deseo. Dos años largos ha que ciño la corona de España, y España vive en constante lucha, viendo cada más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatiros; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles, todos, invocan el dulce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para tamaños males.

Lo he buscado ávidamente dentro de la ley, y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla. Nadie achacará á flaqueza de ánimo mi resolución. No había peligro que me moviera a desceñirme la corona si creyera que la llevaba en mis sienes para bien de los españoles, ni causó mella en mi ánimo el que corrió la vida de mi augusta esposa, que en este solemne momento manifiesta, como yo el vivo deseo de que en su día se indulte a los autores de aquel atentado. Pero tengo hoy la firmísima convicción de que serían estériles mis esfuerzos e irrealizables mis propósitos.

Estas son, señores diputados, las razones que me mueven a devolver a la nación; y en su nombre a vosotros, la corona que me ofrecía el voto nacional, haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores.

Estad seguros de que al despedirme de la corona no me desprendo del amor a esta España tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarla todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía.

Carta de Amadeo I de Saboya a las Cortes. Palacio de Madrid, 11 de febrero de 1873

  • ¿Cuál es a intención del rey con esta carta?
  • Según el monarca, ¿a quién pertenecen la nación y la corona? Razona tu respuesta.
  • ¿Qué situación de España expresa el rey Amadeo I en esta carta? Justifica tu respuesta.