Primero por su actuación en las guerras carlistas, lo que le granjeó un enorme prestigio dentro de la sociedad española, y después por haber sido nombrado regente, sucediendo en el cargo a María Cristina de Borbón, quien había sido obligada a renunciar en 1840. Espartero, progresista convencido, no contó durante su regencia con el apoyo entre los moderados. De hecho, gobernó sin contar con las Cortes y de forma autoritaria
En 1841 aprobó una rebaja en los aranceles a los productos textiles ingleses, lo que le supuso graves enfrentamientos con la sociedad industrial textil catalana. Los disturbios de la ciudad Barcelona de 1842 fueron duramente reprimidos por Espartero, incluso bombardeando la ciudad y uso del ejército contra la población civil.
Esta situación de crispación contra el regente provocó el alzamiento militar del general Narváez. El triunfo del golpe propició la dimisión y exilio de Espartero, así como el adelanto de la mayoría de edad de Isabel II por parte de las Cortes para poder proclamarla reina de España.