Tabú, eufemismo y disfemismo: diferencias
Los hablantes creemos que, cuando hablamos, existe un vínculo indisoluble entre la palabra y la cosa nombrada a pesar de que la relación entre las palabras y la cosa es puramente convencional. Esto hace que las realidades desagradables acaben contagiando de su carácter a las palabras que las nombran. Por eso, cuando con el tiempo algunas palabras adquirieren significados ofensivos o desagradables, buscamos alternativas para sustituirlas por otras más adecuadas que no hieran nuestra sensibilidad.
Denominamos tabús o tabúes a aquellas palabras que los hablantes intentan evitar por considerarse molestas u ofensivas y que pasan a ser sustituidas por otras que consideramos más adecuadas.
Palabras que hacen referencia a enfermedades, términos escatológicos, racistas, sexuales o relacionados con la muerte... suelen ser consideradas como palabras tabúes. De este modo, voces como locura, borracho o retrete acaban siendo sustituidas por otras.
Para reemplazar esas palabras que consideramos tabú, empleamos los llamados eufemismos, que serían aquellas palabras más suaves o decorosas que sustituyen a las tabús. En otras ocasiones, buscamos justamente lo contrario y cambiamos nuestra palabra tabú por otra peyorativa o con intención de rebajarla de categoría; es el caso del disfemismo.
Veamos con más detenimiento en qué consisten ambas formas:
Eufemismo
Los eufemismos son palabras que empleamos cuando queremos obviar otras que consideramos ofensivas o desagradables. Funcionan como sinónimos parciales, resultando más agradables, según el contexto comunicativo y el registro que se emplee.
De este modo, para evitar la palabra locura empleamos demencia, de igual forma que evitamos viejo y la modificamos por persona de la tercera edad o sustituimos borracho por la palabra ebrio.
Esta interpretación eufemística debe ser compartida por oyente y emisor para que tenga el valor eufemístico buscado. Si no es así, puede dar lugar a malentendidos y fallos en la comunicación.
Los eufemismos se muestran como sinónimos parciales de las palabras tabú a las que sustituyen, ya que no siempre comparten las mismas connotaciones ni se comportan del mismo modo dependiendo del contexto en el que aparezcan.
Por ejemplo, las palabras borracho y ebrio son sinónimas; sin embargo, la palabra ebrio implica ciertas connotaciones distintas a borracho, como puede ser su uso dependiendo del registro. De este modo, ningún profesional del mundo sanitario emplearía la palabra borracho en un informe médico.
Detrás de los eufemismos se encuentran realidades prohibidas de las que no queremos hablar directamente. Se trata, por tanto, de una cuestión cultural que va cambiando de una cultura a otra, que depende de la época, las generaciones o las clases sociales y que es frecuente encontrar en registros formales.
Disfemismo
Los disfemismos son considerados los antónimos de los eufemismos. Empleamos disfemismos cuando tratamos de nombrar una realidad con palabras que son consideradas malsonantes o peyorativas y que pueden tener un afán agresivo, irónico, burlesco o incluso humorístico.
Por ejemplo, un disfemismo de televisión podría ser caja tonta o de comida rápida podría ser comida basura.
Los disfemismos suelen ser utilizados con carácter despectivo y reflejan una realidad dura o desagradable.
De este modo, para referirse a las personas con síndrome de Down o personas con trisomía 21, se emplean con carácter despectivo los disfemismos subnormal o retrasado. Tampoco es aconsejable el empleo de eufemismos tales como angelitos o seres especiales que reducen a estas personas a la condición de menores dependientes.
Frente a los eufemismos que suelen estar presentes en el registro formal, los disfemismos son más propios de un registro semiformal o informal y están condicionados por el contexto comunicativo.