Lee atentamente este fragmento del prólogo de Poesías, escrito por Jacinto de Salas y Quiroga, considerado como el manifiesto de la poesía romántica española:
Yo quisiera que el poeta, menos sujeto a reglas y más observador de la naturaleza, no caminase siempre por el sendero que han trazado sus mayores. Mas camino que uno conduce a la perfección, y quieren muy en vano los apologistas de la rutina citarnos los desbarros de algún ingenio que marcha sin más guía que la razón, para convencernos de que, fuera de las antiguas leyes, no hay acierto. Más creíble se hiciese esto si no pudiésemos presentarles a cada paso infinidad de obras en que, con mucha observancia de los preceptos, se notan multitud de errores. Sin genio no hay perfección, y al genio no se pueden dar sino consejos.
Quien no se atreve a escribir sin tener a la vista a Horacio, Boileau, o Martínez de la Rosa, y antes de dar la aprobación a un verso la busca en las obras de los maestros, no llegará jamás a ser colocado en el número de los primeros poetas. Los genios inmortales que he citado son los amigos del escritor, no sus tiranos; por grandes que sean las verdades que han escrito, no se opone esto a que no haya más verdades que las que ellos encontraron.
Byron hizo bien, y no hizo como manda Boileau; Víctor Hugo tiene rasgos sublimes en sus obras, y no conoce más ley ni más barrera que su imaginación. Si mi alma se eleva al leer sus escritos, si lloro y río a su albedrío, si, en mi entusiasmo, no puedo menos de mirarlos como a dioses, si los admiro, si envidio su saber, ¿qué me importa que los legisladores que les han precedido hagan crímenes sus bellezas, que no alcanzaron tal vez ni a concebir?
El presentar tales bellezas no es negar las de los escritores, hoy en día llamados clásicos [...] Es doloroso ver que nuestra joven literatura sea una imitación tan servil de la francesa. Con pesar se nota que algún joven dotado por la naturaleza de ingenio feliz y entendimiento travieso se ocupa exclusivamente, malogrando tan preciosas dotes, en copiar a nuestros hermanos los del Sena. Mejor fuera estudiar nuestros propios autores; ese Cervantes, mezcla singular de imaginación romántica e ironía filosófica; ese Lope de Vega, cuya prodigiosa fecundidad e inagotable invención hace traspasar los límites de la verosimilitud; ese Calderón, genio entusiasta, que hizo con osadía el drama del Catolicismo; esos, los ingeniosos Tirsos y Moretos son los que debíamos estudiar, y aun imitando a veces sus felices desbarros, resucitar su ya olvidada escuela. Hasta en ellos debiéramos aprender nuestro propio idioma, y avergonzarnos menos de copiar sus expresivas frases, que las insignificantes de otras naciones nuestras hermanas.
Jacinto de Salas y Quiroga. "Poesías (prólogo)". Cervantes Virtual