El siglo XIX es la centuria de la burguesía. Las clases medias adquirieron un poder impensable hasta entonces y esta transformación social dejó su impronta en la literatura de la época. Gracias a los escritores románticos podemos entender el devenir burgués a lo largo de los años.

¿Dónde se registraron las primeras manifestaciones del Romanticismo? Como suele suceder con los movimientos artísticos, la época romántica no comienza exactamente a principios del siglo XIX, sino unos años antes. A finales del siglo XVIII, una serie de poetas ingleses se esmeraron en buscar un estilo propio alejado de la Ilustración. Entre ellos destacan William Blake, Percival Bisshe Shelley y George Gordon Byron, más conocido como Lord Byron. Al mismo tiempo, algunos autores alemanes sintieron los mismos deseos de cambio que sus colegas británicos. Sus máximos exponentes son Friedrich Schleiermacher y los hermanos Schlegel, que revolucionaron el ámbito filosófico, o escritores como Goethe, Schiller y Heine.

El movimiento romántico también tiene una importante presencia en Francia, con Rousseau, Víctor Hugo o Stendhal a la cabeza, y en Italia, donde sus representantes más laureados fueron los poetas Giacomo Leopardi y Alessandro Manzoni.

Hay dos tendencias dentro del Romanticismo:

• Romanticismo histórico: presenta una tendencia al intimismo motivada por la vuelta a un pasado idealizado.
• Romanticismo contemporáneo: describe con rabia y sarcasmo los comportamientos de la época, especialmente aquellos que se producen al margen de la sociedad.

Ambas tendencias son complementarias, no excluyentes. De hecho, surgen cuando los autores analizan la inestabilidad social del momento desde dos puntos de vista distintos: el de la nostalgia y el de la furia visceral por las desigualdades aún presentes. Además, es habitual que un autor incorpore a su estilo ambos registros, incluso en el desarrollo de un mismo libro.

Las características más importantes del Romanticismo europeo se pueden sintetizar en cuatro puntos clave:

• El Neoclasicismo llega a su fin. Su concepción de la realidad, armónica por definición, deja de tener sentido. La expresión de los sentimientos, caótica y visceral, será la nueva meta a alcanzar. Dicho de otra manera: el siglo de la razón evoluciona hasta convertirse en el siglo de la intuición.
• Conflicto de identidad; si en la Ilustración se creía en la posibilidad de alcanzar la armonía a través de la conexión artística entre el ser humano y el mundo que le rodea, el siglo XIX marca el punto de partida de una concepción artística fundamentada en la falta de armonía, ajena a su época, que da la espalda a las diferentes opciones políticas y sociales. En otras palabras: el orden y concierto se transforman en un caos desgarrador.
• Si la realidad es percibida como un estado de ánimo oprimido; los autores y la sociedad en su conjunto tratarán de evadirse a través de la fantasía. Al cambiar la realidad por un escenario totalmente ficticio, se generarán sentimientos contradictorios que dejarán un profundo pozo de insatisfacción.
• El nacimiento del héroe romántico, un prototipo de personaje melancólico, pesimista y desesperado pero, por otro lado, atractivo y seductor. Así, el héroe no pierde de vista su objetivo, por muy inalcanzable que parezca.