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La narrativa en el Romanticismo español

La lucha hacia la trascendencia del género narrativo

Tal y como sucedió en el ámbito del teatro y de la poesía, la narrativa española del siglo XIX permaneció bajo el influjo de las formas dieciochescas. Se puede afirmar, sin embargo, que la narrativa decimonónica comienza a brillar con luz propia en la década de los treinta gracias a la irrupción del género histórico.

A pesar de que no es un período próspero desde el punto de vista creativo, en los primeros compases del siglo se produce una efervescencia editorial importante gracias a la gran cantidad de obras extranjeras traducidas al castellano. Así, la renovación de formas y estilos van calando en el imaginario popular, lo que también anima a los autores a dejar atrás el poderoso influjo de la Ilustración. 

Si el Romanticismo inglés y francés fue adoptado por los nuevos autores como modelo para completar la transición estilística en la poesía y el teatro, el género narrativo no fue una excepción. Dicho influjo casi cuajó en la década de los veinte, pero la situación política no era lo suficientemente estable para que los cambios surtieran efecto, por lo que fue a lo largo de la década de los treinta cuando el modelo ilustrado quedo definitivamente superado. Además, los novelistas se afanan en dotar al género narrativo de un prestigio que le fue negado a lo largo de los siglos, alejándolo por completo de una frivolidad que siempre le restó reconocimiento.

El estilo romántico marcó una época
Pixabay/Victoria Borodinova. Steampunk (Pixabay License)

La novela histórica: el buque insignia de la narrativa romántica

Tal fue el interés de los narradores románticos españoles por la novela histórica que una parte muy significativa de la producción narrativa de la época pertenece a este estilo, y es que los asuntos de épocas pretéritas suscitaban un enorme interés. Tres autores europeos sirvieron de inspiración a los novelistas nacionales:

  • Walter Scott, quien rápidamente ganó adeptos gracias a las traducciones de varias de sus obras, como Ivanhoe.
  • Victor Hugo, quien defiende una propuesta más combativa que la mostrada por Scott, al que se le reprocha cierto conservadurismo.
  • Alejandro Dumas, representante de uno de los estilos más excitantes del momento: el folletín, publicado en prensa.

A pesar de la influencia extranjera, la narrativa histórica española puede presumir de una personalidad propia muy marcada. De hecho, gracias a ella se pudo seguir ahondando en la ingente cantidad de reflexiones políticas acontecidas en los siglos precedentes. Aunque en ocasiones la calidad de las obras no es memorable, es indudable que su importancia le permitió al género perdurar en el tiempo, contribuyendo a afianzar el auge por la educación y la cultura.

¿Cómo se concibe una obra de esta magnitud? Los autores escogen una determinada circunstancia real que sirva de base para desarrollar un sinfín de aventuras fantásticas. Por lo tanto, en las novelas históricas confluyen una mezcla de datos históricos verídicos, leyendas y elementos de ficción.

Un tren se adentra en lo desconocido
Pixabay/Anncapictures. Train (Pixabay License)

La novela de aventuras y la novela social

A mediados del siglo XIX la novela histórica inició su declive, cediendo el trono a un estilo menos valioso: la novela de aventuras. En este caso, los protagonistas de estas obras se enfrentarán a una serie de andanzas que les ayudarán a encontrar su lugar en el mundo. Se puede afirmar que, si la novela histórica fundamenta su esencia en buscar un estilo trascendente, la novela de aventuras aportaría una vertiente más superficial.

Otro género que despertó las simpatías de los lectores y contribuyó decisivamente a la educación de la clase trabajadora fue la novela social, que despuntó en la década de los cuarenta gracias al interés que suscitaban intelectuales como Charles Fourier, curtidos en las corrientes del socialismo utópico francés. La novela social integra los ingredientes de la narrativa decimonónica (aventuras, odios, amores, venganzas...) e incorpora una creciente preocupación por los devaneos sociales de la época. Al igual que la novela social, son obras poco cuidadas y planas desde el punto de vista literario, aunque, si hubiera que destacar una virtud, esta sería, sin duda, la aspiración a crear una sociedad más justa, erradicando los privilegios de las clases dominantes.

Una pareja de londinenes
Pixabay/Prettysleepy. Londoners (Pixabay License)

El cuento

En la España del siglo XIX, la prensa desempeña un papel fundamental como medio para que los autores publiquen sus obras. Es una relación satisfactoria para todas las partes implicadas; por un lado, los autores pueden poner en circulación sus creaciones sin necesidad de entrar en la rueda editorial; por otro, las rotativas, impulsadas por la popularidad de los nuevos autores, se aseguran unas ventas importantes; además, los lectores encuentran una puerta de acceso a la lectura gracias a un formato accesible a sus necesidades económicas. 

Uno de los formatos más interesantes para su publicación en los diarios es el cuento, que gozó de una gran popularidad en la España decimonónica. La tradición, la leyenda y la fantasía se fusionan en escritos clave para entender las características de la época, fuertemente influenciadas por la temática social e histórica.

Lectores de prensa comenzando la mañana
Pixabay/icsilviu. Men (Pixabay License)