Los dos destierros de Napoleón
Tras su abdicación en 1814, Napoleón fue desterrado a la isla de Elba, en el Mediterráneo, cerca de su Córcega natal. Luis XVIII permitió la vuelta de muchos de los nobles que huyeron durante la Revolución Francesa y el Imperio. Estos, al regresar, trataron de reclamar todos los bienes que les fueron expropiados. La vuelta de la monarquía y las reclamaciones nobiliarias sumieron al Estado francés nuevamente en un gran descontento popular. Esto fue entendido por Napoleón como un rechazo a la monarquía de los Borbones y, tras cuatro meses de exilio, el emperador regresó a Francia y retomó el poder.
Este regreso de Napoleón pasó a la historia como el Imperio de los Cien Días. El emperador, aunque contaba con el apoyo del ejército y de las clases populares, se vio abocado nuevamente a la guerra contra la Séptima Coalición de naciones europeas conformada por Gran Bretaña, Austria, Prusia y Rusia. El 18 de junio de 1815 se enfrentaron en la Batalla de Waterloo, donde las tropas de la coalición, lideradas por el general Wellington, derrotaron definitivamente al emperador.
Napoleón sería obligado a exiliarse nuevamente. Sin embargo, con el fin de evitar una nueva fuga, fue enviado al lugar más distante posible: la isla de Santa Elena, en medio del océano Atlántico. Allí moriría el 5 de mayo de 1821.