El diálogo escrito planificado
Los textos dialogados por escrito son, o bien una imitación de personas hablando, como los que aparecen en las novelas o en el texto teatral, o bien una copia escrita de un diálogo que se ha producido originariamente de forma oral, como en la transcripción de lo sucedido en un juicio. Es decir, no son textos espontáneos, sino que suponen reproducir por escrito lo que, de forma real o imaginaria, se ha hablado antes. Por ello, sus rasgos lingüísticos característicos tienen relación con la imitación de la expresividad, espontaneidad y viveza que se da en el lenguaje oral:
- Uso expresivo de los signos de exclamación y puntuación.
- Uso frecuente de interjecciones y onomatopeyas.
- Oraciones inconclusas y anacolutos.
- Imitación de la pronunciación fonética de algunas palabras en registro coloquial o vulgar.
- Léxico coloquial o vulgar, así como refranes, frases hechas, etc.
- Uso frecuente de vocativos y muletillas propias del discurso oral.
Puedes observar cómo se reflejan estos rasgos en el siguiente ejemplo:
—¿Qué quieres? Aquí estoy. Con una vez que me llames ya basta; tampoco soy sorda.
—Ah, ¡dónde echáis el martillo, quisiera yo saber!
—Si es un perro te muerde — señaló a los estantes —. Míralo.
—¡Me lo vais a poner en unos sitios! ¿Para qué sirven los cajones?
—¿Algo más?
—¡Nooo!Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama
En textos literarios narrativos como novelas o cuentos, el diálogo reproduce en estilo directo la conversación entre personajes, y se identifica fácilmente porque el parlamento (lo que los personajes dicen) se inicia con un guión largo o raya, y las acotaciones (lo que dice el narrador) van intercaladas también entre rayas. En estas se utilizan verbos de habla (decir, preguntar, replicar, murmurar, exclamar...) que enriquecen el texto al dar información sobre el ánimo y el tono de la conversación, como se ve en el siguiente ejemplo:
—Bueno, mi primera novela era bastante misteriosa —digo algo aturdida, con la mirada fija de nuevo en la mesa donde me apoyo. También los folios que deja ver el sombrero están escritos, parte a mano y parte a máquina, forman un montón como de quince, hace tanto tiempo que no escribo nada que me inspiran una profunda curiosidad. Mi mayor deseo sería sentarme a mirarlos, pero la voz del hombre ahuyenta mi propósito.
—Perdone, no he entendido bien lo que ha dicho, habla usted muy bajo.
—Sí, calculo mal la voz —digo, alzándola—, unas veces hablo demasiado alto y otras demasiado bajo.
—Eso les ocurre a todos los sordos —concede con la misma naturalidad con que afirmó que las cucarachas son misteriosas—. ¿Padece usted trastornos de oído?
—Sí, ya hace algún tiempo.
De pronto flota en la atmósfera esa peculiar tirantez que se produce en la consulta de los médicos antes de que empiecen a indagar los síntomas de nuestra enfermedad. Me sorprendo diciéndole:
—Cuando oigo peor es cuando estoy echada.
Y luego me paro en seco, al darme cuenta de lo absurdo de la frase, y porque tengo la impresión de que me está mirando con cierta ironía.
—Por eso antes no oí llamar a la puerta —añado apresuradamente—, porque estaba echada.Carmen Martín Gaite, El cuarto de atrás
Cuando es corto, el diálogo se inserta entre la narración de forma que las intervenciones aparecen dentro del mismo párrafo y sin guiones, tras el signo de los dos puntos:
Rufino, el ventero, viejo conocido, le atendió con su agreste amabilidad: ¿Dónde va vuesa merced con estas prisas? Lleva las caballerías llenas de mataduras. Don Bernardo sonreía con una media sonrisa destemplada: Todos estamos obligados a cumplir con nuestro deber, Rufino. La guía y el pericón son de mi propiedad, no te preocupes.
Miguel Delibes, El hereje
El diálogo puede reproducirse también en estilo indirecto. En este caso, es el narrador quien relata cómo ha sucedido la conversación, sin ponerlo directamente en boca de los personajes:
Don Bernardo replicaba que las cosas marchaban solas y había que dejarlas; que el secreto de la vida estribaba en poner las cosas a funcionar y dejarlas luego para que avanzasen a su ritmo. Pero Ignacio argumentaba que tenía el almacén abandonado y que a Dionisio Manrique le faltaban luces para sustituirle.
Miguel Delibes, El hereje
Y encontramos autores que, buscando un estilo literario propio, inventan nuevas de representar por escrito los diálogos:
Llamen a la policía, gritaban, saquen eso de ahí. El ciego imploraba, Por favor, que alguien me lleve a casa. La mujer que había hablado de nervios opinó que deberían llamar a una ambulancia, llevar a aquel pobre hombre al hospital, pero el ciego dijo que no, que no quería tanto, sólo quería que lo acompañaran hasta la puerta de la casa donde vivía, Está ahí al lado, me harían un gran favor, Y el coche, preguntó una voz. Otra voz respondió, La llave está ahí, en su sitio, podemos aparcarlo en la acera. No es necesario, intervino una tercera voz, yo conduciré el coche y llevo a este señor a su casa.
José Saramago, Ensayo sobre la ceguera
El texto teatral
La escritura de obras dramáticas tiene como base fundamental el diálogo entre los distintos personajes, que es el texto que hace avanzar la representación, junto a las acciones. En el texto teatral podemos distinguir, pues, los diálogos y las acotaciones, que se van intercalando. Los diálogos, precedidos por el nombre del personaje en mayúsculas, reflejan lo que ha de decir cada cual. Las acotaciones, insertas entre paréntesis, dan indicaciones sobre sus acciones o sobre el espacio teatral. Además, en el texto dramático encontraremos monólogos, cuando un solo personaje tiene un parlamento largo, y apartes, que son intervenciones de un personaje sin que "le oiga" algún otro que está en escena.
Cuadro I
(Habitación pintada de amarillo.)NOVIO.- (Entrando.) Madre.
MADRE.- ¿Qué?
NOVIO.- Me voy.
MADRE.- ¿Adónde?
NOVIO.- A la viña. (Va a salir.)
MADRE.- Espera.
NOVIO.- ¿Quieres algo?
MADRE.- Hijo, el almuerzo.
NOVIO.- Déjalo. Comeré uvas. Dame la navaja.
MADRE.- ¿Para qué?
NOVIO.- (Riendo.) Para cortarlas.
MADRE.- (Entre dientes y buscándola.) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón que las inventó.
NOVIO.- Vamos a otro asunto.
MADRE.- Y las escopetas y las pistolas y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de la era.
NOVIO.- Bueno.
MADRE.- Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...
NOVIO.- (Bajando la cabeza.) Calle usted.
MADRE.- ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato de sal gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.
NOVIO.- ¿Está bueno ya?
MADRE.- Cien años que yo viviera, no hablaría de otra cosa. Primero tu padre, que me olía a clavel y lo disfruté tres años escasos. Luego, tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como una pistola o una navaja pueda acabar con un hombre, que es un toro? No callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y hasta en las puntas del pelo.
NOVIO.- (Fuerte.) ¿Vamos a acabar?
MADRE.- No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre? ¿Y a tu hermano? Y luego, el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios... Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...Federico García Lorca, Bodas de sangre
El texto dramático no es lo mismo que la representación de la obra de teatro. Dependiendo de la época, la autoría y el estilo, puede contener muchas indicaciones para la representación, o bien ser sólo una base sobre la que los directores construyen la puesta en escena, como ocurre en el ejemplo anterior, donde el autor sólo ha especificado "habitación pintada de amarillo". Asimismo, existen propuestas teatrales sin texto dramático, que parten de la improvisación o la expresión corporal.
Ediciones Destino, 1987
Ediciones Destino, 1980
Ediciones Destino, 1999
Ediciones Destino, 1999
Alfaguara, 2003