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La narración

¿Qué es un texto narrativo?

Mujer en playa con elementos fantásticos
Pixabay/Kellepics. Fantasy (Pixabay License)


Narrar es contar una historia. Por lo tanto, el texto narrativo es aquel que tiene como objetivo principal dar a conocer al receptor un relato, una historia contada. En su interior podemos encontrar otras tipologías, como la descripción, la argumentación, la exposición o el diálogo, pero, si su fin principal es contarnos algo, sucedido o inventado, estaremos ante un texto narrativo.

Todos producimos y recibimos textos narrativos, orales y escritos, cotidianamente. Cada vez que le cuentas a una amiga lo que te pasó el día anterior, o una anécdota, estás narrando. Cuando escuchas o lees una noticia insólita sobre algo que ha sucedido, o cómo se ha desarrollado un partido de fútbol, estás ante una narración, igual que cuando juegas a un videojuego donde vas generando una historia.

Los textos narrativos se definen fundamentalmente porque son dinámicos, en ellos pasa el tiempo: una narración consiste en contar algo que ha ocurrido (o que alguien ha inventado), por lo que tiene un principio y un final, se desarrolla en un tiempo determinado, que puede ser más largo o más breve. Lo demás dependerá del tipo de narración.

En primer lugar, podemos distinguir entre narraciones ficticias y no ficticias. Las no ficticias cuentan hechos reales según la perspectiva de quien las emita, así que sus elementos variarán según lo que sucediera. Las encontramos, por ejemplo, en las biografías. En los medios de comunicación podemos encontrar diversos tipos de narraciones no ficticias, como el reportaje o la crónica. Estos textos tienen una función referencial y no nos ocuparemos de ellos en este recurso. En cualquier caso, la estructura y elementos constitutivos son, fundamentalmente, los mismos que en la narración ficcional, salvo porque en el relato de hechos reales no tiene cabida el narrador omnisciente.

Las narraciones ficticias pueden tener un poso de realidad, pero se presentan como una obra elaborada, tienen una finalidad estética. Se dan en formatos tan diversos como pueden ser una película o una serie, una canción que cuente una historia, un cuento infantil, un mito, una novela... En ellas, podemos distinguir una estructura y diferentes elementos y rasgos que las configuran, como veremos a continuación.

¿Cómo son los textos narrativos ficcionales?

Elementos

Lo primero que necesitamos para que exista una historia contada es alguien que la cuente. A esa voz la llamamos narrador. A veces, el narrador no se nos da a conocer, se expresa siempre en tercera persona, hablando de otros; decimos entonces que se trata de un narrador externo. Y puede que ese narrador externo enuncie el relato atendiendo sólo a lo que se ve, con lo que tendremos un narrador testigo, o bien que nos introduzca en la mente de los personajes, de forma que sepamos lo que estos piensan, sienten o planean; en este caso, hablamos de narrador omnisciente, que puede ser total, si conoce el interior de todos los personajes, o parcial, si sólo se introduce en la mente de alguno o algunos de ellos.

Pero también encontramos historias que están contadas por su propio protagonista o por alguno de los personajes secundarios. Estamos entonces ante un narrador interno, que introducirá la primera persona, pues forma parte del relato.

En los libros y películas de Harry Potter, él y sus amigos son personajes redondos, mientras que otros secundarios son planos.
Harry Potter
Pixabay/creozavr. Harry Potter (Pixabay License)

En cuanto a los personajes, generalmente encontraremos a un o una protagonista, en torno a quien gira la historia, aunque a veces este protagonismo es coral o colectivo (hay distintos personajes de igual importancia a través de los que construimos la historia). Y a su alrededor van apareciendo diferentes personajes secundarios que contribuyen a que la historia avance. Entre estos, en algunas narraciones se distingue muy claramente el antagonista (por ejemplo, en los relatos de héroes y villanos), que es el máximo oponente del protagonista.

Para presentar a los personajes, el narrador puede realizar una caracterización directa (nos describe cómo son) o bien dejar que los vayamos conociendo por caracterización indirecta; esto es, a través de sus acciones, reacciones y diálogos con otros personajes. Y de la narración pueden resultar personajes planos, que no evolucionan a lo largo de la historia, o personajes redondos, que experimentan cambios, evolucionan en su modo de pensar y suelen ser más complejos y estar más definidos. Estos dos tipos pueden darse en la misma narración, pues es habitual encontrar un protagonista redondo con algunos personajes planos como secundarios.

Llamamos historia o fábula a los hechos ficcionales que narra el texto (qué sucede). La historia puede ser realista, si se desarrolla en un mundo a imitación del nuestro, o fantástica, si sucede en un mundo con sus propias reglas. Según el grado de realismo o fantasía que la historia nos haya presentado, consideraremos que lo que sucede en ella es o no verosímil (es decir, que es creíble dentro del mundo que presenta la historia). Las historias pueden desarrollarse en un tiempo determinado (por ejemplo, la época actual), indeterminado, o en un tiempo mítico (como sucede con las diferentes mitologías, los cuentos infantiles o El señor de los anillos).

El relato o trama es la manera y el orden en que se presenta la historia (cómo está contada). Las narraciones más sencillas o clásicas, como los cuentos infantiles, suelen narrarse de manera lineal, en forma cronológica; las más complejas y largas, como muchas películas o novelas contemporáneas, juegan con desordenar la historia, de forma que se producen saltos temporales. Los saltos hacia el pasado, que en el cine se conocen como flashback, en literatura lo denominamos analepsis, y los saltos hacia delante o flashforward  los llamamos prolepsis.

Además del orden, también es relevante la duración del relato respecto a la historia; en la narración no se nos cuenta todo (eso reproduciría la historia a tiempo real), sino que se utilizan distintos mecanismos para sintetizar: las elipsis consisten en omitir información (por ejemplo, cuando se dice A la mañana siguiente... se ha elidido toda la noche) y los sumarios en resumirla (Estuvo trabajando toda la tarde). Los sumarios y las elipsis contribuyen a que el ritmo del relato sea rápido y no se haga pesado. Cuando el tiempo del relato coincide con el de la historia, lo llamamos escena, y sólo sucede de forma casi exacta en los diálogos.

Por último, el espacio también juega un papel relevante en las narraciones. Generalmente ligado a la historia y al tiempo en el que esta se desarrolle, podemos encontrar espacios realistas o fantásticos, determinados o indeterminados, y encontraremos también espacios simbólicos que refuerzan el momento del relato en el que aparecen (por ejemplo, el jardín relacionado con la declaración de amor, o el mar sobre el horizonte cuando un personaje está pensando en su futuro).

Infografía con los elementos de la narración ficcional

Estructura clásica

Aunque las narraciones ficticias pueden ser muy diferentes entre sí, la gran mayoría de ellas siguen una estructura común, que luego puede estar contada de diversas maneras o en distintos formatos. Sintetizando mucho, tenemos a un o una protagonista a quien le pasan cosas que merecen ser contadas. El siguiente esquema refleja cómo suele desarrollarse la historia:

Infografía en la que se representa de manera visual el contenido relativo a la estructura de la narración ficcional

Normalmente, encontramos una situación (llamémosla A), en la que el o la protagonista vive su vida normal, hasta que sucede algo que hace que la historia merezca la pena ser contada, un desencadenante. Ese momento, que podemos denominar la llamada a la aventura, determina el final de la introducción, si el relato es lineal. Por ejemplo, en el cuento clásico de Caperucita roja, la llamada a la aventura sucede en el momento en que su madre la envía al bosque con la cesta; en El Quijote, cuando don Quijote se va de su casa para deshacer entuertos como caballero; en las historias de superhéroes, suele coincidir con el momento en el que se ven obligados o deciden comenzar a utilizar sus superpoderes para combatir el mal.

A partir de ahí, comienza la peripecia, que se corresponde con el nudo del relato. El personaje protagonista vive y sufre y avanza en la historia, y los secundarios se van posicionando como ayudantes (sirven al protagonista de apoyo o le dan consejos valiosos) y oponentes (son obstáculos en su camino; si hay un oponente destacado, es antagonista).

El nudo tiene uno o varios momentos climáticos; esto es, partes especialmente emocionantes o decisivas para la historia. En Caperucita, el primero de ellos es el momento donde el lobo se come a su abuela; en El Quijote, cuando combate con el Caballero de la Blanca Luna; en las historias de superhéroes, los momentos climáticos suelen coincidir con grandes acciones del protagonista, como cuando salva a alguien importante o se enfrenta a sus oponentes. Generalmente, hay un gran clímax justo antes del final.

Ese momento climático determina lo que sucederá en el desenlace. Puede que se haya puesto en peligro la vida del o la protagonista y, como en el caso de Caperucita, esta se salve en el último momento, o puede, como les sucede a muchos héroes, que tenga que morir o sacrificar a alguien querido para salvar su pueblo o su mundo; en las películas de miedo, el clímax final suele desembocar en que el peligro ha quedado eliminado, pero se deja la puerta abierta a que pueda volver en cualquier momento. Al final de la historia, se suele llegar a una situación de calma o normalidad asimilable a la inicial (A'), pero no exactamente igual, pues la peripecia ha dejado huella en sus protagonistas o en el mundo en el que ha sucedido.

Esta estructura de la historia se corresponde con el relato si este es lineal, cronológico, lo que es habitual en narraciones breves, cuentos, mitos, leyendas, películas de la primera época del cine, narrativa comercial y novelas literarias hasta el siglo XIX. A partir del siglo XX, la narrativa literaria comenzó a experimentar e innovar con la forma y la estructura, tanto en el orden como en el contenido, y hoy en día existen novelas muy alejadas de esta linealidad.

Rasgos lingüísticos y estilísticos

En las narraciones literarias podemos distinguir ciertos rasgos en común que conforman este tipo de textos:

Verbos

Puesto que lo que caracteriza a una narración es su dinamismo, que la historia avanza, su categoría lingüística fundamental es el verbo, que determina las acciones que se suceden. En cuanto a su tipo, predominan los predicativos, ya que los atributivos no enuncian acciones, sino estados o cualidades. En cuanto a su significado, los más habituales son verbos de acción y movimiento, y verbos de habla (preguntar, afirmar, decir, asegurar...) para reproducir el discurso de los personajes.

Entre las formas verbales, prevalece el modo indicativo, puesto que el narrador declara que estas acciones ocurren, y se alterna entre varios tiempos principales, con preponderancia del pasado:

Pasados de indicativo

  • El pretérito perfecto es el tiempo de la narración literaria por excelencia, puesto que hace avanzar la acción. Generalmente se usa el simple, pero si el narrador se sitúa dentro del periodo de tiempo del que habla, usará el compuesto. Si se enuncia una sucesión de verbos en estos tiempos, la historia avanza sola. Aquí lo puedes ver en distintos inicios famosos de grandes novelas: 

Gregorio Samsa se despertó una mañana convertido en un monstruoso insecto.

Franz Kafka. La metamorfosis

La señora Dalloway dijo que ella misma se encargaría de comprar las flores.

Virginia Wolf. Mrs. Dalloway

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera.

Juan Rulfo. Pedro Páramo

Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá fuera ayer.

Albert Camus. El extranjero

  • El pretérito imperfecto no hace que la acción avance, sino que le da un marco, aporta contexto (por lo que se utiliza para las partes descriptivas). En otro uso muy común, sirve para expresar en una sola vez una acción repetida en el pasado. Y hay un tercer uso del pretérito imperfecto, más concreto, en el que sustituye al pretérito perfecto en sueños o imaginaciones. Trata de distinguir en los siguientes fragmentos estos tres valores del imperfecto:
José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería jamás en la aldea, había dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo [...]. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto.

Las mariposas amarillas invadían la casa desde el atardecer. Todas las noches, al regresar del baño, Meme encontraba a Fernanda desesperada, matando mariposas con la bomba de insecticida.

Soñó que él la salvaba de un naufragio y ella no experimentaba un sentimiento de gratitud sino de rabia.

Gabriel García Márquez. Cien años de soledad

  • El pretérito pluscuamperfecto es útil en la narración para expresar que una acción sucedió o terminó antes del momento en el que se sitúa el relato. Puedes encontrar un ejemplo en los fragmentos anteriores. 

Presente de indicativo

Aunque se llame «presente», este tiempo es muy versátil, y nos sirve tanto para hablar del futuro (mañana voy a tu casa) como del pasado, en lo que llamamos presente histórico o en una narración que se presenta desde el ahora. En este último uso, equivale al pretérito perfecto cuando sirve de motor a una narración, y tiene el efecto de acercar el texto al lector, de hacerlo más intenso: 

Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimidos mis labios... Trago saliva espumosa; mastico terrones plagados de gusanos que se me anudan en la garganta y raspan la pared del paladar... Mi boca se hunde, retorciéndose en muecas, perforada por los dientes que la taladran y devoran. La nariz se reblandece. La gelatina de los ojos se derrite. Los cabellos arden en una sola llamarada.

Juan Rulfo. Pedro Páramo

El presente también puede equivaler al pretérito imperfecto cuando sirve para expresar una acción habitual o repetida, pero el narrador todavía se sitúa dentro del periodo del que habla: 

Soy el mentiroso más fantástico que puedan imaginarse. Es terrible. Si voy de camino del quiosco a comprar una revista y alguien me pregunta que adónde voy, soy capaz de decirle que voy a la ópera.

J. Salinger. El guardián entre el centeno

Conectores temporales

Para que la narración tenga sus partes enlazadas entre sí, esté cohesionada, son fundamentales los conectores temporales: al principio, después, pasado un tiempo, mientras, luego... Algunos de ellos implican en sí mismos una elipsis (algún tiempo después). Son también habituales otros elementos lingüísticos que hacen referencia al tiempo o al lugar en el que se desarrolla la historia, ya que la contextualizan.

Estructuras sintácticas

En la narración, predominan las oraciones enunciativas, pues con ellas se declara que algo sucede. Su estructura sintáctica depende del estilo de la narración; entre las literarias hay novelas de frase corta, en sucesión de oraciones simples que generan un ritmo rápido, y otras de frase larga, oraciones complejas donde unos verbos van dependiendo de otros, de ritmo más lento y cuya lectura resulta más compleja. Puedes comparar ambos estilos con estos dos ejemplos: 

El asilo está a dos kilómetros del pueblo. Hice el camino a pie. Quise ver a mamá en seguida. Pero el portero me dijo que era necesario ver antes al director. Como estaba ocupado, esperé un poco. Mientras tanto, el portero me estuvo hablando, y en seguida vi al director. Me recibió en su despacho.

Albert Camus. El extranjero

Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas habían empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa.

Gabriel García Márquez. Cien años de soledad

Reproducción del discurso

Dado que las narraciones avanzan gracias a las acciones de unos personajes, lo más habitual es que estos también hablen y, por tanto, el texto reproduce su discurso a través de distintos mecanismos:

Estilo directo

Lo dicho por los personajes se reproduce exactamente como lo emiten. Se trata de diálogos, con lo que el género discursivo ya no es propiamente la narración, aunque esta puede aparecer, entre guiones, intercalada con las palabras de los personajes, donde aparecen también los verbos de habla (dijo, exclamó, etc):

–Excusez-moi –y al tenerla delante, sólo al tenerla delante, levanta la cabeza, la mira a los ojos, abre la boca en una mueca ensayada para expresar un asombro sin límites–. ¡Carmen!
–Jesús... –ella tarda un instante en reconocerle, mira a su izquierda, a su derecha, detrás de él, comprueba que está solo, vuelve a mirarle, le ve sonreír, sonríe por fin.
–¡Carmen, qué sorpresa! –él alarga sus manos hacia ella, toma las suyas, la besa tal vez en la mejilla–. ¿Cómo estás? 

Almudena Grandes. Inés y la alegría

Estilo indirecto

El narrador se ocupa de reproducir lo dicho por los personajes, y para ello introduce verbos de habla y modifica, respecto a la enunciación original, los tiempos y personas verbales y otros elementos que hacen referencia a los actantes, espacio y tiempo que intervienen en ella (son los llamados «elementos deícticos»). 

La Julieta vino expresamente a la pastelería para decirme que, antes de rifar el ramo, rifarían cafeteras; que ella ya las había visto: preciosas, blancas, con una naranja pintada, cortada por la mitad, enseñando los gajos. 

Mercé Rodoreda. La plaza del diamante

Estilo indirecto libre

El narrador nos da acceso al pensamiento de los personajes, en tercera persona pero sin presentarlo con un verbo de habla, sino inserto directamente entre la narración. 

Fijose en las casas del barrio de las Virtudes, pues las habitaciones de los pobres le inspiraban siempre cariñoso interés. [...] Semejante vida no podía ser para ella, porque estaba fuera de su centro natural, Había nacido para menestrala; no le importaba trabajar como el obispo con tal de poseer lo que por suyo tenía. Pero alguien la sacó de aquel su primer molde para lanzarla a vida distinta; después la trajeron y la llevaron diferentes manos. Y por fin, otras manos empeñáronse en convertirla en señora. La ponían en un convento para moldearla de nuevo, después la casaban... y tira y dale. Figurábase ser una muñeca viva, con la cual jugaba una entidad invisible, desconocida, y a la cual no sabía dar nombre. 

Benito Pérez Galdós. Fortunata y Jacinta

Fuentes de los fragmentos de los ejemplos

El dinosaurio estaba en imperfecto

Os proponemos una actividad por grupos para reflexionar sobre el uso de los tiempos verbales en la narración.

Augusto Monterroso es famoso por haber escrito un cuento sorprendentemente corto, pero muy expresivo. Dice así:

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

  • Fijaos en las formas verbales. ¿Cuál de ellas indica algo que sucede? ¿Y cuál da cuenta de la situación?
  • ¿Cómo cambia el significado si dijéramos Cuando despertaba, el dinosaurio todavía estaba allí? ¿Por qué?
  • Inventad una primera oración anterior a esta, y una posterior. A continuación, dibujad tres viñetas que reflejen este cuento alargado con vuestras dos frases añadidas. ¿Qué elementos aparecen en todas y cuáles cambian? ¿Qué relación tiene esto con las formas verbales utilizadas?
  • Comparad los microrrelatos y viñetas que habéis generado en los diferentes grupos. ¿Veis coincidencias en el uso de las formas verbales?

En el trabajo en equipo, es importante escuchar las aportaciones de todos los miembros. Para el tercer punto de esta tarea, os recomendamos que realicéis primero una lluvia de ideas, tanto para las frases como para el dibujo, y después elijáis entre todos lo que más os convenza, que seguramente será una mezcla de lo que hayáis propuesto unos y otros.

La muerte no se equivoca

Durante la Edad Media, la muerte era un personaje recurrente en narraciones, pintura y canciones. El siguiente relato es una antigua leyenda medieval árabe. Os lo presentamos en la versión de Bernardo Atxaga, un autor español contemporáneo, y a continuación os proponemos una actividad a partir de él: 

El criado del rico mercader

Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.

Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader.

—Amo —le dijo—, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.

—Pero ¿por qué quieres huir?

—Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.

El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.

Por la tarde, el propio mercader fue al mercado, y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.

—Muerte —le dijo acercándose a ella—, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?

—¿Un gesto de amenaza? —contestó la Muerte—. No, no ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro. Me ha sorprendido verlo aquí, tan lejos de Ispahán, porque esta noche debo llevarme en Ispahán a tu criado.

Bernardo Axtaga. Obabakoak. Ediciones B, 1993

Analiza el relato en tanto que texto narrativo. Tendrás que hacer referencia a sus elementos, a la estructura narrativa y a los rasgos lingüísticos que le caracterizan. Apóyate para ello en el contenido teórico y elabora un texto completo, cohesionado y en diferentes párrafos, con tu análisis.

Realizad esta tarea en diferentes fases. Las dos primeras pueden hacerse en grupo, y las dos últimas de manera individual:

  1. Leed bien el texto y comprendedlo. Poned en común un pequeño resumen de forma oral.
  2. Revisad el contenido teórico e id anotando cómo se reflejan en el relato los diferentes elementos y características del texto narrativo. Para ello, os ayudarán los esquemas visuales de este recurso.
  3. Ordena tus notas y realiza un primer esquema de tu texto.
  4. Elabora el texto final prestando atención a la ortografía, la gramática y la cohesión y coherencia textual.