El diálogo oral
Un diálogo es un intercambio verbal de comunicación entre dos o más personas. Es decir, dialogar es hablar entre nosotros. Trataremos aquí de los diferentes tipos de diálogo y sus rasgos característicos.
Para que exista diálogo, tiene que darse la interacción entre los dos o más interlocutores, de forma que se van intercambiando los papeles de emisor y receptor del texto, en lo que llamamos intervenciones. Si solo habla una persona, estaremos ante un monólogo. En su forma oral, el diálogo va acompañado de elementos no verbales, como los gestos de la cara, el movimiento de las manos o el tono de voz, que forman parte del mensaje. Los diálogos orales pueden ser espontáneos o planificados.
Diálogo oral espontáneo: la conversación
El diálogo oral espontáneo se da principalmente en la conversación, regida por unas normas de cortesía que contribuyen a que los interlocutores se entiendan y se produzca la cooperación necesaria para que el texto compartido fluya. Esta cooperación se basa en cuatro reglas, llamadas máximas de Grice:
- Máxima de calidad - consiste en que el emisor atienda a la verdad, o a lo que cree que es verdad.
- Máxima de cantidad - el emisor dará la cantidad necesaria de información según quién sea su receptor, ni más ni menos. Por ejemplo, si dos personas han planificado ir al cine, una puede decirle a la otra —Me ha dicho Lola que al final no viene hoy. Sin embargo, si esa misma persona después se lo cuenta a alguien que no sabía del evento, le dirá —Lola me dijo que no iría al cine con nosotras; esto es, aplicará la máxima de cantidad introduciendo la información necesaria para que su interlocutor comprenda el mensaje.
- Máxima de relevancia - el emisor dará la información que crea que es de interés. Si alguien dice —Esta mañana me he levantado a las ocho será porque es un hecho raro o diferente a otros días, o porque a continuación explicará algo derivado de ese hecho; es decir, porque es relevante.
- Máxima de modo - el interlocutor será claro, evitará las ambigüedades y ordenará su discurso de manera que se comprenda mejor.
Cuando estas máximas no se cumplen, se generan malentendidos o fallos en la comunicación. Pero, a veces, los hablantes transgredimos las máximas para aplicar sarcasmo o ironía a nuestro mensaje. Por ejemplo, si un día de muchísimo calor alguien dice —Qué frío, ¿eh? He visto una familia de pingüinos paseando por la calle, estará faltando a la verdad, pero su interlocutor comprenderá el mensaje porque deducirá que está siendo irónico.
Por otro lado, las normas de cortesía permiten que el diálogo fluya. Estas varían mucho según el grado de familiaridad entre los hablantes, el contexto o la cultura en la que se dé la conversación. No hablamos igual con nuestra familia que con un desconocido, ni en un partido de fútbol que en la ópera: lo que en unos casos se considera dentro de las normas sociales, en otros será interpretado como descortesía. En España, por ejemplo, en ciertos contextos es signo de interés en una conversación el interrumpir al hablante con comentarios como ajá, comprendo, sí, sí o incluso para contar algo relacionado con lo que está diciendo; cuando hablamos en grupo, nos interrumpimos unos a otros constantemente, lo que indica que la conversación está animada. En los países del norte de Europa, sin embargo, se considera de mala educación no esperar callado hasta que el emisor termine de hablar, lo que en España puede entenderse como falta de interés.
Diálogos orales planificados
Los diálogos orales planificados u organizados atienden también a los principios de cooperación y cortesía, y los principales tipos son los siguientes:
- Debate - es un diálogo entre dos o más personas que tienen diferentes opiniones en torno a un mismo asunto y en el que los interlocutores argumentan para tratar convencer a los demás, o al público, de su punto de vista. Generalmente hay un/a moderador/a que otorga los turnos de palabra y regula las intervenciones. El debate sirve para tomar una decisión colectiva posterior, por consenso o votación.
- Tertulia - es un diálogo entre un grupo de personas en torno a uno o varios temas relacionados. Suele ser más distendida y espontánea que el debate, pues tiene como fin en sí misma dialogar, no llegar a acuerdos. Tanto los turnos de palabra como los temas son menos rígidos. Es práctica común la tertulia cultural, donde se comenta un libro o una película para profundizar de forma compartida en su análisis. Durante el siglo XIX y principios del XX, era una costumbre cotidiana la tertulia en los cafés, donde intelectuales (principalmente hombres) comentaban la actualidad cultural y política y compartían sus escritos.
- Mesa redonda o coloquio - es un evento donde un grupo reducido de personas expertas conversan alrededor de un tema de interés para el público asistente, generalmente con un moderador o moderadora que impulsa el diálogo mediante preguntas. Al final, el público puede intervenir para plantear sus propias preguntas a los asistentes.
- Entrevista - es una conversación entre dos personas o más personas, diferenciadas entre entrevistados y entrevistadores. El tema general es la vida, obra u opiniones de las personas entrevistadas. Cuando el entrevistador participa también de modo activo en el diálogo introduciendo sus propias opiniones, de forma que los papeles se diluyen, se le denomina también conversación.
El diálogo es una práctica democrática fundamental. Cuando escuchamos activamente las afirmaciones, dudas y opiniones de otras personas que pueden no coincidir con las nuestras, cooperamos e interactuamos según las normas de cortesía, el texto compartido se enriquece y estamos también abriendo nuestra mente a otros marcos de pensamiento y empatizando con lo diferente. Está comprobado, además, que la práctica del diálogo, entendido en su sentido más amplio, nos hace aprender mejor y ser capaces de cooperar y colaborar con otras personas de forma profunda. Pero para que ese enriquecimiento se produzca, es necesario tener disposición, interés y practicar la escucha tratando de evitar los prejuicios, así como ser capaces de matizar o transformar nuestras opiniones gracias a las aportaciones de los demás.
Término del lingüista Paul Grice, que describió cómo los hablantes y oyentes colaboran para comprenderse mutuamente a través del diálogo.