El rasgo principal de la sociedad del Antiguo Régimen era su carácter desigual. De hecho, estaba dividida en dos grupos claramente diferenciados: los estamentos privilegiados (nobleza y clero), y los estamentos no privilegiados (Estado llano o Tercer Estado). Este último estaba compuesto, fundamentalmente, por el campesinado, los artesanos y los comerciantes. Se trataba, por tanto, de una sociedad cerrada en la que no existía apenas el ascenso social o movilidad: se pertenecía a un estamento por nacimiento, con la única excepción del clero.
En la cúspide se encontraba el rey, considerado un elegido por Dios y con carácter sagrado. Se trataba de un cargo hereditario, y como patrimonio personal contaba con el reino en su totalidad. Tenía algunos poderes exclusivos de su cargo, como era la administración de la justicia, la recaudación de algunos impuestos y la guerra. Contaba con un Consejo Real o Curia (compuesto por la alta nobleza y alto clero) para aconsejarle en la toma de decisiones y facilitar sus funciones de gobierno.