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Texto 3

Llega el verano y las trabajadoras hacen uso, por riguroso turno, de los días de vacaciones que les corresponden. Para paliar las ausencias, la dirección del salón de té pretende que el resto de la plantilla renuncie a su tarde libre entre semana, lo que despierta las protestas de las camareras.  (Fragmento del capítulo 8).

Lectura

En el mostrador de los pasteles se sigue discutiendo el problema de la abolición de «salidas». Las vacaciones estivales no implican lo más mínimo el buen funcionamiento del servicio, por cuanto en el verano el trabajo se amortigua un tanto. Por lo cual, nada justifica la absurda supresión. Antonia, como suele, sonríe resignada. ¡Bueno! ¿Bueno? Sí, es muy cómodo aguantarse con todo; cómodo para «ellos», los de arriba. Ya no falta más que rebajen los salarios y aumenten la jornada de esclavitud; y contando con la pasividad de las empleadas es de temer que lo intenten el mejor día. Otra vez se habla de protestar. Felisa, aunque débilmente, apoya la protesta, sugerida por Trini; no le afecta gran cosa la abolición: su novio hace el servicio militar, y sus fiestas, transcurridas en el cuchitril giboso de una portería, al lado de una anciana pariente, no son ciertamente perspectivas brillantes; aquí, al menos, se pasa más distraidamente el tiempo, aunque se trabaje. Matilde, aunque tampoco siente su vida complicada con la supresión  ―los chillidos de su madre con los pequeños, las carreras de éstos, el griterio, los gruñidos de los acreedores que desfilan por su casa, no son cosas amables, por cierto―, apoya la protesta por solidaridad, por convicción; únicamente Antonia retira su voto: ha sufrido demasiado durante sus largos años de servicio, de adhesión a la casa y a su reglamento, para exponerse a perderlo todo ahora, cuando la juventud ya está lejana. Bien, resignarán la protesta; de lo contrario, Antonia quedaría en una posición nada airosa respecto al resto de sus compañeras; y, verdaderamente, la cosa es soportable, si bien se mira. Total, son dos meses; además, la perspectiva de un despido en unos momentos en que la crisis de trabajo se agudiza en el mundo entero, no es nada agradable. Este último argumento, esgrimido por Antonia, disipa el deseo reivindicativo de Matilde: son veintiuna pesetas a la semana; una porquería; pero cuando no hay medios de disponer de un salario más elevado... Todo se queda en palabras y en protestas baldías, como siempre. 

Luisa Carnés: Tea Rooms. Mujeres obreras, 1934 (Hoja de Lata, 2016, pp. 59-60)

Cuestiones para el coloquio

  1. El tema de la conculcación de los derechos laborales aparece de manera recurrente en la novela. Identificad la postura de Antonia, Felisa, Trini y Matilde frente a la posibilidad de llevar a cabo una protesta, tratando de explicar de qué manera la autora vincula las razones personales de cada una de ellas a la hora de asumir su posicionamiento. 

  2. El fragmento va enlazando las posturas de los personajes y subsumiendo la técnica del estilo indirecto libre a cada una de ellas. Vayamos al texto e intentemos identificar partes del narrador donde esa transferencia de opinión o pensamiento de los personajes se da en el discurso de este.

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