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Una habitación propia, de Virginia Woolf

 

¿Por qué hay tan pocas autoras en las historias de la literatura? Más allá de las que sí lo fueron pero han sido silenciadas e invisibilizadas —caso de Luisa Carnés, por ejemplo—; más allá también de las que lograron escribir novelas, poemarios o textos teatrales pero vieron sus obras firmadas por sus esposos o compañeros; más allá de las que fueron obligadas a quemar sus escritos por sus confesores, que de todo hay ejemplos en la historia de la literatura española y europea, no era fácil para las mujeres gozar de las mismas oportunidades de las que gozaban los hombres para incorporarse como escritoras a los circuitos sociales del libro y la lectura. De hecho, muchas de las que lo conseguían firmaban sus obras con seudónimos masculinos o quizá las dejaban sin nombre de autor(a). Hasta J.K. Rowling, hace apenas unos años, evitó poner su nombre de pila en los libros de Harry Potter por los inevitables prejuicios y rechazos que la literatura escrita por mujeres aún despierta.

El nombre de Virginia Woolf es de obligada mención siempre que se visita la genealogía de escritoras y pensadoras que mostraron interés por reivindicar la ampliación de los derechos de las mujeres, también del lado de la literatura.

Autora de una importante obra narrativa, es quizá Una habitación propia su libro más célebre. Publicado en 1929, constituye uno de los ensayos más lúcidos a la hora de analizar el papel asignado a las mujeres en el campo de la literatura. Combinando documentación y reflexión sobre su propia experiencia personal, acierta a poner en palabras dos de las razones que impedían a las mujeres convertirse en escritoras: la carencia de una habitación propia donde retirarse a escribir y la de una independencia económica que lo hiciera posible.

Lectura

Lo que encuentro deplorable, continué, buscando de nuevo en los estantes, es que no sepamos nada de las mujeres antes del siglo XVIII. No dispongo de ningún modelo mental para observarlo bajo distintos prismas. Aquí estoy, preguntándome por qué las mu­jeres no escribían poesía en la época isabelina, sin sa­ber qué educación habían recibido; si las enseñaron a escribir; si disponían de un espacio para su uso parti­cular; cuántas mujeres tenían hijos antes de cumplir los veintiún años; en resumidas cuentas, ¿qué hacían desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la tar­de? Era evidente que no tenían dinero; de acuerdo con el profesor Trevelyan, se casaban tanto si querían como si no siendo casi unas niñas, probablemente a los quince o dieciséis años. Habría sido rarísimo, en semejante situación, que alguna de ellas escribiera de pronto las obras de Shakespeare, concluí; y me vino a la cabeza la imagen de ese anciano caballero, ya falle­cido, que fue obispo, creo, y declaró que era del todo imposible para ninguna mujer, pasada, presente o por venir, tener el genio de Shakespeare. Escribió a los pe­riódicos en ese sentido. [...] (pp. 63-64)

Pese a todo, mientras recorría con la mirada las obras de Shakespeare en los estantes, no pude dejar de pen­sar en que el obispo estaba en lo cierto al menos en este punto: habría sido del todo imposible que una mujer escribiera las obras de Shakespeare en la época de Shakespeare. Permitidme que imagine, ya que los datos son tan escasos, qué habría ocurrido si Shakes­peare hubiese tenido una hermana prodigiosamente dotada, llamada Judith, digamos. [...] (pp. 64-65)

Podría ser cierto o podría ser falso: ¿quién lo sabe? Lo que sí es cierto, al menos así me lo pareció al repa­sar la historia de la hermana de Shakespeare tal como la he imaginado, es que cualquier mujer que en el si­glo XVI naciera con un gran talento, sin duda habría enloquecido, se habría pegado un tiro o habría termi­nado sus días en una casa solitaria de las afueras del pueblo, medio bruja, medio maga, temida y converti­da en el blanco de todas las burlas. Y es que no hacen falta muchos conocimientos psicológicos para conven­cerse de que una joven de grandes dotes que hubiera tratado de aplicar su talento a la poesía se habría visto coartada y entorpecida por los demás, torturada y di­vidida por sus instintos contrarios, hasta el punto de perder la salud y la cordura con toda seguridad. (p. 68)

[...]

La libertad intelectual depende de cuestiones materiales. La poesía depende de la liber­tad intelectual. Y las mujeres siempre han sido po­bres, no solo en los dos últimos siglos, sino desde el origen de los tiempos. Las mujeres han gozado de me­nos libertad intelectual que los hijos de los esclavos atenienses. Las mujeres no han tenido ninguna opor­tunidad de escribir poesía, por eso he puesto tanto énfasis en la cuestión del dinero y la habitación pro­pia. (p. 139)

Virginia Woolf, Una habitación propia (traducción @Catalina Martínez Muñoz, 2012; publicación @Alianza Editorial, 2012, 2023, ISBN: 978-84-1148-189-2, pp. 63 a 65, 68 y 139)

Cuestiones para el coloquio

  1. ¿Qué hipótesis maneja Virginia Woolf para explicar la ausencia de mujeres en la historia de la literatura del siglo XVIII? ¿A cuál(es) de los factores que señala concedéis más importancia?

  2. Un siglo después de la publicación de la obra de Virginia Woolf, ¿tienen las mujeres las mismas posibilidades que los hombres de escribir y publicar? ¿Gozan del mismo prestigio? Y los hijos de entornos socioeconómicos desfavorecidos, ¿tienen en el siglo XXI las mismas posibilidades de escribir y publicar que quienes nacen en hogares acomodados? Argumentad vuestra respuesta.

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