Saltar la navegación

Muerte

La parca

Iconografía de la muerte como un esqueleto cubierto por una capa negra y una guadaña.
Wikimedia Commons/Editor 28139125. La muerte personificada (CC BY-SA)

La muerte siempre ha despertado interés. Ya sea por la incógnita que encierra (¿qué pasa después de la muerte?) o porque nos hace reflexionar sobre el sentido de la vida, los autores han hecho de la muerte un tema transversal a lo largo de la historia de la literatura. La forma de abordarla ha ido cambiando con el tiempo y las culturas. En la Edad Media se consideraba como un castigo divino. También se hacían unas representaciones llamadas Las danzas de la muerte en las que la propia muerte invitaba a personas de distingo rango a bailar sobre su tumba. De esta manera, se trataba otro de los temas asociados a la muerte: su capacidad para igualar a todas las personas independientemente de su posición social. La muerte es inevitable y algunos autores la tratan como un fin en sí mismo o como el fin de un dolor. También hay escritores, sobre todo en el Romanticismo, que la consideran algo fascinante y sienten una atracción hacia temas relacionados con la muerte como elemento fatal que trunca la vida de los seres queridos. 

En algunas culturas la muerte es un absoluto tabú del que nadie habla. Sin embargo, en culturas como la mexicana el día de los difuntos se celebra como una gran fiesta, como se puede ver en la película Coco. De hecho, en la actualidad se pueden ver muchas series o películas en las que aparecen esqueletos andantes o zombis. 

Es evidente que la muerte es un tema por el que los artistas se preocupan. Tal vez porque la fama es una especie de antídoto contra la muerte porque los famosos, al ser recordados, se convierten en inmortales en la memoria colectiva.

El poder igualatorio

Jorge Manrique escribió Coplas a la muerte de su padreEn esta obra no solo le hace un homenaje a su padre por lo importante que había sido sino que también hace unas reflexiones profundas sobre aspectos relacionados con la muerte como, por ejemplo, que todos tenemos que pasar por ella o que la muerte convierte en absurdo al hecho de atesorar riquezas... Esta es una de las coplas más conocidas de Jorge Manrique: 

Copla III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.

Jorge Manrique. Coplas a la muerte de su padre. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

Confesiones

Cinco horas con Mario es una novela de Miguel Delibes en la que asistimos a la «conversación» de Menchu con su difunto esposo Mario el día de su velatorio. Al quedarse sola con Mario muerto comienza un monólogo lleno de reproches y confesiones sobre la vida que han compartido. Vamos a leer este fragmento del capítulo XVIII:

[...] Es lo mismo que cuando te quitaste el luto a los dos días [de la muerte de su madre] porque te entristecían tus pantorrillas, habrase visto, y, encima, Esther que te comprendía, que el luto es una rutina estúpida que hay que desterrar. Anda que estaría bueno que no te entristecieran tus pantorrillas, ¡pues para eso es el luto, zascandil!, ¿qué te habías creído? El luto es para recordarte que tienes que estar triste y si vas a cantar, callarte, y si vas a aplaudir, quedarte quieto y aguantarte las ganas, que yo recuerdo el tío Eduardo, cuando lo de mamá, en el fútbol, como una piedra, igual, ni en los goles, fíjate, que llamaba la atención, y si alguno le decía, «pero ¿tú no aplaudes, Eduardo?», él enseñaba la corbata negra y sus amigos lo comprendían muy bien, ¿qué te crees? «Eduardo no puede aplaudir porque está de luto», decían, y todos conformes, a ver, para eso es el luto, botarate, para eso y para que lo vean los demás, que los demás sepan, con sólo mirarte, que has tenido una desgracia muy grande en la familia, ¿comprendes?, que yo ahora, inclusive gasa, que no es que me vaya, entiéndeme, que negro sobre negro cae fatal, pero hay que guardar las apariencias.

Miguel Delibes. Cinco horas con Mario. Editorial: Austral.

El destino

«El criado del rico mercader» es un relato que aparece en la obra Obabakoak, de Bernardo Atxaga, en el que se relata el encuentro fortuito de un criado con la muerte: 

Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.
Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader.
—Amo —le dijo—, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.
—Pero ¿por qué quieres huir?
—Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.
El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.
Por la tarde, el propio mercader fue al mercado, y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.
—Muerte —le dijo acercándose a ella—, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?
—¿Un gesto de amenaza? —contestó la Muerte—. No, no ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro. Me ha sorprendido verlo aquí, tan lejos de Ispahán, porque esta noche debo llevarme en Ispahán a tu criado.

Bernardo Axtaga. Obabakoak. Editorial: Alfaguara 

A quien tanto quería

Si estamos hablando de la muerte como tema literario, no podemos dejar de nombrar la «Elegía» de Miguel Hernández. El poeta le dedica un poema a su amigo Ramón Sijé que «se me ha muerto como del rayo». La pérdida de un ser querido como un amigo es un hecho lamentable y Miguel Hernández supo retratar el dolor y la impotencia que se siente al perder a su amigo del alma.

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
 
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
 
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.
 
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
 
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

[...]
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

[...] 
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
 
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
[...]

Miguel Hernández. «Elegía a Ramón Sijé» en El rayo que no cesa. Editorial: Austral

Tula

En esta tarea vamos a ver este vídeo y después responderemos las preguntas que aparecen a continuación: 

Félix Albo. Tula (Licencia Youtube estándar)

  • ¿Qué le pasa al narrador del vídeo?
  • ¿Quién ha muerto?
  • ¿Cómo ha sido?
  • ¿Qué hace el narrador cuando lo echa de menos? 
  • ¿Por qué crees que hace eso y no otra cosa?
  • «Tula» viene de «tú la (llevas)» y se refiere a un juego infantil en el que uno persigue a los demás hasta pillarlos. También recibe el nombre de «pillado» o «pilla-pilla». ¿Por qué crees que el autor le ha puesto ese título al corto?
  • ¿Qué tiene en común con la Elegía de Miguel Hernández?