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Géneros discursivos y situación comunicativa

¿Qué son los géneros discursivos?

En la asignatura de Lengua trabajamos a lo largo de toda la vida escolar con los géneros discursivos, llamados también tipos de texto. Por ello y porque este es el corazón de la competencia lingüística, conviene siempre recordar antes a qué nos referimos con “género discursivo” o “texto”. Así, el alumno comprenderá que está reflexionando sobre su propia cotidianeidad. 

El texto no debe entenderse tan solo como algo escrito, sino como la producción lingüística que cualquiera de nosotros realiza para comunicarse en una situación concreta. Al hablar, también estamos creando texto y, cuando lo hacemos, moldeamos nuestras palabras de una determinada manera para que se adapten a la situación y al objetivo con que las utilizamos. Todos hacemos esto con mayor o menor destreza. Del grado de esta destreza depende, en parte, el éxito que tengamos en casi todos los aspectos de nuestra vida… A esto le llamamos competencia lingüística.

La silueta de una padre con su hijo conversando en la puesta de sol
Pixabay/ Free-Photos. Padre e hijo en la puesta de sol (Pixabay License)

Entendernos... con nuestros padres

La ilustración antigua de una niña regañando a un perrito
Pixabay/AnalisseArt. Niña y perro (Pixabay License)


Imaginemos un texto oral que sea el regaño de un padre a un hijo. Ese padre adaptará el estilo de su texto (tono, lenguaje corporal, vocabulario, etc.) dependiendo de factores como la seriedad de la falta o de la edad de su hijo. Valora tú qué edad pueden tener los interlocutores a los que van destinados los siguientes
textos regañones:

  • Ejemplo 1: - ¡Caca! ¡No se come la arena! ¡Caca, caca, caca!
  • Ejemplo 2: - Te había dicho que no comieses más helado para que le quedase un poco a tu hermano y le has dejado sin nada. Le voy a dar un euro de tu paga de esta semana para que se compre otro en la tienda.

Ahora reflexiona un momento sobre tu propia destreza lingüística doméstica:

Cuando quieres pedirles a tus padres algo como, por ejemplo, permiso para asistir a un fiesta, ¿eliges el momento y el lugar para hablar? ¿Empleas un tono de voz dulce? ¿Pones ojos de corderito? ¿Buscas las mejores palabras? Si te has respondido a ti mismo que sí, entonces podrás entender perfectamente aquello de que tu competencia lingüística te ayuda o "desayuda" a conseguir o malograr tus metas.

La situación comunicativa

Es evidente, pues, que todos nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, diseñamos nuestros textos para conseguir el objetivo que tengamos con ellos, dependiendo del contexto en el que vayamos a formularlos. La situación comunicativa se compone, precisamente, de todos aquellos factores que afectan a la forma en que hablamos o escribimos:

  • El interlocutor a quien nos dirigimos: no es lo mismo hablar con un tu hermano pequeño que con la directora del instituto, la cirujana que te va a operar, un anciano al que no conoces, tu abuela, la persona que te gusta, un extranjero que habla poco español o una guardia civil.
  • El contexto en el que estamos: la cocina de casa, un funeral, la clase, el banco de un parque, la comisaría, una discoteca…
  • El canal oral o escrito que empleamos: un whatsapp, una carta perfumada, un trabajo académico a ordenador, una llamada telefónica, gritos en un partido de fútbol, un blog, una conversación de sobremesa, etc.
  • El objetivo que tenemos: pedir un favor, amenazar sin que lo parezca, dar un consejo, avisar a alguien de que tiene un trozo de perejil en los dientes, disculparse, dar conversación a tu vecino en el ascensor, impresionar a alguien en tu primera cita, exponer un tema en clase para aprobar, etc.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, es lógico que, no solo en el instituto, sino en nuestra vida cotidiana, formulemos muchos tipos distintos de texto que se adecúen a todas estas variables. En este itinerario nos detendremos en dos de los más importantes: la exposición y la argumentación.