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¿Por qué el ensayo es "argumentativo"?

La argumentación en el ensayo

Por otro lado, en el recurso sobre la argumentación hemos dicho que es el género discursivo o tipo de texto ideal cuando nuestro objetivo es transmitir nuestra opinión, hacer valer nuestras ideas con fundamentos, convencer al otro, ganar su comprensión o, incluso, manipular a los demás... Efectivamente, hacer esto también será no solo útil, sino necesario para escribir un ensayo. ¿Por qué? Porque la voluntad de expresar una visión personal tiene como fin principal persuadir de ella al otro y, para lograrlo, claro está, deberá ser argumentada con solvencia.

Dicho de otro modo: necesitamos saber argumentar con fundamento si nuestros propósitos son el análisis y las persuasión. Por ello, las estructuras expositivas-argumentativas son, quizá, las más abundantes en este tipo de texto que llamamos ensayo.

Como hemos señalado ya, se da la paradoja de que, para convencer de mi opinión subjetiva sobre un tema, debo lograr transmitir la mayor sensación de objetividad a mi interlocutor. Sin embargo, la mente humana no es un ordenador, su funcionamiento no responde una lógica implacable, al contrario: debemos entrenarla toda una vida para hacerle un hueco amplio y cómodo a la racionalidad. Por esta razón la objetividad no es el único ingrediente poderoso de la persuasión, hay muchos otros tipos de argumentos cuyo mecanismo no es la lógica racional: apelar a las emociones del otro, contar una experiencia personal, dar ejemplos, citar voces autorizadas, refutar contraargumentos, etc.

ACTIVIDAD

Convencer al otro es un arte que tiene mucho de psicología. De hecho, sinónimos posibles para el verbo persuadir podrían ser seducir, engatusar, cautivar, enganchar... Entonces, ¿cómo camelamos a nuestros interlocutores? Por ejemplo, impresionándolos con información sorprendente, haciéndoles reír con humor, conmoviéndolos con la emoción, infundiendo respecto al citar autoridades, etc.

Teniendo presente lo anterior, busca en el siguiente texto recursos que sirvan para argumentar y no respondan tan solo a datos contrastables y razonamientos lógicos.

Además, ¿puedes indicar en él ejemplos de otros rasgos característicos de los ensayos?

Fotografía del rostro de Steven Pinker
Flickr/ Simon Fraser Unversity - Communications & Marketing. Steven Pinker (CC BY)

Muchos autores actuales confunden la defensa ilustrada de la razón con la tesis inverosímil de que los humanos son agentes perfectamente racionales. Nada podría estar más alejado de la realidad histórica. Pensadores como Kant, Baruch Spinoza, Thomas Hobbes, David Hume o Adam Smith eran psicólogos inquisitivos y plenamente conscientes de nuestras pasiones y debilidades irracionales. Insistían en que solo desafiando las fuentes comunes de la insensatez podíamos confiar en derrotarlas. La aplicación deliberada de la razón era necesaria precisamente porque nuestros hábitos de pensamiento comunes no son sobre todo razonables.

Esto conduce al ideal de la ciencia y el refinamiento de la razón con el fin de comprender el mundo. La revolución científica fue revolucionaria de una forma que hoy resulta difícil de apreciar, ahora que sus descubrimientos están profundamente arraigados en la mayoría de nosotros. El historiador David Wootton nos recuerda los conocimientos de un inglés cultivado en vísperas de la revolución en 1600:

Cree que las brujas pueden convocar a las tormentas para que hundan los barcos en el mar [...]. Cree en los hombres lobo, aunque no haya ninguno en Inglaterra; sabe que se encuentran en Bélgica [...]. Cree que Circe convirtió de veras en cerdos a Ulises y a su tripulación. Cree que los ratones surgen por generación espontánea en los montones de paja. Cree en los magos contemporáneos [...]. Ha visto un cuerno de unicornio, pero no un unicornio.

Cree que un cuerpo asesinado sangrará en presencia del asesino. Cree que existe un ungüento que, si se frota en una daga que ha causado una herida, curará la herida. Cree que la forma, el color y la textura de una planta pueden ser claves para conocer su efectividad como medicina, porque Dios diseñó la naturaleza para que fuese interpretada por los humanos.

Cree que es posible convertir el metal común en oro, aunque duda de que alguien sepa cómo hacerlo. Cree que la naturaleza aborrece el vacío. Cree que el arcoíris es un signo de Dios y que los cometas presagian el mal. Cree que los sueños predicen el futuro si sabemos interpretarlos. Cree, por supuesto, que la Tierra está quieta y el Sol y las estrellas giran a su alrededor una vez cada veinticuatro horas.

Ilustración de un hombre lobo
Pixabay/ pendleburyannette. Hombre lobo (Pixabay License)


Un siglo y un tercio después, un descendiente culto de este inglés no creería ninguna de estas cosas. Era una vía de escape no solo de la ignorancia, sino del terror. El sociólogo Robert Scott observa que en la Edad Media «la creencia en que una fuerza exterior controlaba la vida cotidiana contribuía a una suerte de paranoia colectiva»:

Tormentas, truenos, relámpagos, ráfagas de viento, eclipses solares o lunares, olas de frío, períodos de sequía y terremotos se consideraban signos y señales del descontento de Dios. En consecuencia, los «duendes del miedo» moraban en todos los reinos de la vida. El mar se convirtió en un reino satánico y los bosques estaban poblados por bestias de rapiña, ogros, brujas, demonios y ladrones y asesinos sumamente reales [...]. De noche el mundo también estaba repleto de augurios que presagiaban peligros de toda índole: cometas, meteoros, estrellas fugaces, eclipses lunares y aullidos de animales salvajes.

Para los pensadores ilustrados, la huida de la ignorancia y la superstición mostraban cuán equivocada podía estar nuestra sabiduría convencional, y hasta qué punto los métodos de la ciencia (el escepticismo, el falibilismo, el debate abierto y la comprobación empírica) constituyen un paradigma de cómo lograr el conocimiento fiable.[...]

Steven Pinker. En defensa de la Ilustración. Paidós, 2018

Un fugaz recuerdo sobre la estructura de la argumentación

El cuerpo argumentativo es absolutamente central en un ensayo; por eso, demás de sus características esenciales, conviene recordar otro sus aspectos principales: la estructura. Para leer un material más detallado sobre el tema, se puede acudir al recurso anterior de este itinerario didáctico (La argumentación. Concepto y rasgos lingüísticos), pero aquí tenemos un resumen de las pautas clave:

  1. La coherencia del texto exige que organicemos el texto con una introducción, un cuerpo argumentativo y una conclusión:
    Ilustración de un taco mexicano.
    Pixabay/OpenClipart-Vectors. Estructura encuadrada (Pixabay License)

    1. Introducción: debe presentar el tema y su controversia. Puede lanzar o no la tesis.
    2. Cuerpo: en él, se exponen todos los argumentos.
    3. Conclusión: sintetiza las ideas principales y desvela o reafirma la tesis (dependiendo de si se ha manifestado antes o no).
  2. Podemos optar por estructuras deductivas, inductivas o encuadradas:
    1. Deductivas: la tesis (es decir, la postura que se defenderá en la argumentación) se desverla desde la introducción. Los argumentos se despliegan a partir de ella.
    2. Inductivas: la tesis no se desvela hasta la conclusión. Los argumentos nos llevan hasta ella.
    3. Encuadrada: cuando la tesis ha sido desvelada desde la introducción, lo más común es reafirmarla en la conclusión también, de forma que el texto "encuadrado".

Características argumentativas

El ensayo presenta, por tanto, características de la argumentación como:

  • manifestación de la opinión personal e intención persuasiva;
  • marcas de subjetividad: uso de la primera persona gramatical y expresiones valorativas;
  • voluntad de estilo;
  • apelación al lector: uso de la primera persona del plural y de la segunda persona, preguntas retóricas, sugerencias, exhortaciones, etc.;
  • presentación de argumentos: ejemplos y experiencias personales, citas de autoridad, secuencias lógicas, datos, etc.;
  • uso de lenguaje connotativo.